El calvario de Rosario Ibarra

AutorAntonio Trejo

Fotos: Juan Ignacio Ortega

Las paredes del pequeño departamento de Rosario Ibarra de Piedra, en la colonia Condesa, casi no tienen espacio libre. Decenas de fotografías, carteles y pancartas -compendio de su historia personal durante los últimos 29 años- documentan sus esfuerzos por presentar con vida a los 532 desaparecidos durante la guerra sucia en México.

Con los años, las fotografías han adquirido una tonalidad sepia. Muestran a una sonriente Rosario Ibarra con Edward Kennedy, con Fidel Castro, con Cuauhtémoc Cárdenas, con Manuel Clouthier, con el subcomandante Marcos, con las Madres de la Plaza de Mayo...

En ese mosaico de cuadros, el personaje principal es el hijo de doña Rosario, Jesús Piedra Ibarra, quien estudiaba medicina en la Universidad Autónoma de Nuevo León cuando fue secuestrado por agentes de la Policía Judicial la noche del 18 de abril de 1975.

Desde entonces Rosario Ibarra vive un calvario que -dice- terminará cuando Jesús, el hijo secuestrado, torturado y desaparecido, regrese a casa.

"A mí no me interesa el castigo para los culpables, eso es de oficio, ésa es una obligación que tiene el gobierno de hacer justicia, aquí queremos de regreso a nuestros hijos y esposos, los queremos vivos y sanos", dice Ibarra de Piedra a Enfoque.

Las partes más altas de su sala-biblioteca están decoradas por una veintena de cruces artesanales.

"Colecciono cruces por el significado que tienen de dolor y tortura", explica.

¿Quién es Rosario Ibarra? Es la niña que aprendió a leer a los cuatro años, la alumna casada con su profesor de preparatoria en un matrimonio que duró medio siglo, la madre de cuatro hijos, ama de casa provinciana convertida en activista de tiempo completo y en candidata presidencial de izquierda y, además, poseedora de una memoria excepcional.

"No olvido a ninguno de los desaparecidos, todos están aquí", dice mientras se lleva la mano a la cabeza. Y es que sin esfuerzo alguno puede hablar de desaparecidos y represores, de víctimas y torturadores con nombres y apellidos.

"Ojalá que nunca me dé Alzheimer, no quiero olvidar, nadie debe olvidar", dice con mirada triste.

Llanto disciplinado

"Rosario Ibarra de Piedra representa el coraje, la determinación de no olvidar, la condición infatigable y la continuidad de la vida de su hijo a través de la denuncia. Desde hace mucho que la desaparición de Jesús Piedra Ibarra es un caso emblemático y lo es por la insistencia de su madre, que es un fenómeno de la sociedad civil", considera el escritor Carlos Monsiváis.

Menuda y frágil, Ibarra de Piedra ha encarado con firmeza y energía a seis presidentes -de Luis Echeverría a Vicente Fox- con la misma demanda: "Señor Presidente, le exijo ver con vida a mi hijo".

Durante seis sexenios aprendió a reprimir las lágrimas y a mostrar su sonrisa para conseguir un minuto de atención y no despertar hostilidades entre los elementos del Estado Mayor Presidencial.

"Nunca lloré delante de ningún Presidente, ni de procuradores, ni de secretarios de Gobernación, ¡de ninguno! Discipliné mi llanto de madre", explica.

Las arrugas que surcan el rostro de Rosario Ibarra se acentúan con la carcajada que suelta al recordar sus triunfos. "Uno no puede dejarse llevar por la tristeza o la depresión; no hay derecho a enfermar porque son días que se le restan a la lucha".

La escritora y periodista Elena Poniatowska ha seguido y documentado la lucha de...

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