Entre callejones de muerte

AutorAnaline Cedillo

Enviada

EDIMBURGO.- Por debajo de la Royal Mile, la avenida de la capital escocesa que conecta el Castillo de Edimburgo con el Palacio Holyrood, el pasado oscuro de la Ciudad se mantiene aún con vida.

Leyendas sobre actividad paranormal e historias macabras acerca de víctimas de la peste atraen cada año a 200 mil turistas para participar en el recorrido The Real Mary King's Close, callejón donde se emprende un viaje hacia la zona de la Ciudad Vieja que lleva sepultada más de 250 años.

El paseo subterráneo, que se abrió a los visitantes en 2003, se experimenta en penumbras. El grupo de 20 curiosos sigue a un guía caracterizado, en este caso a una joven española de nombre Isabel, quien juega a ser una criada centenaria.

Primeros encuentros

A mediados del siglo 17, a cada lado de la Royal Mile había cerca de 200 callejones. Sobre cinco de ellos, en 1753 se construyó el Royal Exchange (edificio del Ayuntamiento que hoy se conoce como City Chambers), diseñado por el arquitecto John Adam.

De estos callejones, actualmente sólo se pueden visitar tres en el mismo recorrido: el Mary King's, el Pearson's y el Stewart's and Allen's, pues los otros dos se destruyeron durante las obras.

A la atracción The Real Mary King's Close se accede desde la Royal Mile por un andador que lleva hasta un salón que también data del siglo 18 y que funciona como la tienda de recuerditos del paseo.

Tras bajar 38 escalones la recreación de la historia comienza. Con cautela, el grupo entra en una habitación que en otro tiempo fue una casa típica para los habitantes pobres del Edimburgo del siglo 17.

"¡Qué cerca de la puerta! Venid para acá, no tengáis miedo", dice Isabel a quienes no se animan a entrar.

Dentro del cuarto (de no más de 15 metros cuadrados, techo bajo y piso de tierra), en aquellos días llegaban a vivir hasta dos familias, es decir, unas 11 personas entre adultos y niños que en el mismo sitio dormían, comían y satisfacían sus necesidades fisiológicas dentro de una cubeta. El benjamín del clan tenía que vaciarla diario, directamente en el suelo del callejón, al grito de gardyloo o ¡agua va!

El alcantarillado llegó a Edimburgo hasta el siglo 18, de modo que las porquerías tiradas a la calle regresaban a casa cuando llovía.

Las precarias condiciones sanitarias, cuenta Isabel después de escenificar el vaciado del cubo, trajeron enfermedades como la peste, que mermaron a la población.

La andanza por los cimientos del Ayuntamiento, por casas y callejones, continúa...

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