Empresa/ Callejón

AutorAlberto Barranco Chavarría

Paradójicamente el anteproyecto que se discute para regular la existencia de las Sociedades de Ahorro y Préstamo conocidas como Cajas Populares, frente a la incidencia de fraudes en perjuicio de los depositantes, podría desembocar en una barrera infranqueable para la sobrevivencia de instancias cuya tradición data de casi un siglo...

...Y cuya incidencia ha sido tan exitosa en otros países, que sus depósitos superan a los de los bancos en su conjunto.

El callejón es simple: Si, como se pretende, la seguridad de los ahorradores se garantiza vía el seguro de depósito que tiene la clientela bancaria, el costo de operación de las intermediarias sería tan alto, que se eliminaría de golpe su principal atractivo, es decir rendimientos por encima de la inflación... con réditos prácticamente idénticos para los acreedores.

Como usted sabe, la certeza de que el Gobierno se haría cargo de los depósitos en la eventualidad de una catástrofe, implica el pago de una cuota tan onerosa a favor del Instituto de Protección al Ahorro Bancario, que el mismísimo banco Inbursa de Carlos Slim Helú buscó un amparo para eludirla.

Ahora que, desde otro ángulo, difícilmente las Cajas Populares y su raquítica nómina estarían en opción de proporcionar a la autoridad supervisora la información que se exige a los bancos.

Lo inaudito del caso es que los escándalos, así el de la Sociedad de Ahorro y Préstamo del Noroeste conocida como El Arbolito, como la Caja de Ahorro Popular de Puerto Vallarta, empezaron a surgir a partir de 1995, justo cuando se endurecieron las reglas para su operación, a cuya vera sólo pudieron sobrevivir 23 de las 65 existentes.

Durante cuatro décadas el esquema que regía era el de la autosupervisión, es decir los propios participantes en la cooperativa eran los garantes de que ningún préstamo excediera a las posibilidades de pago de los solicitantes, y naturalmente que los directivos no pudieran desviar en su beneficio los recursos en custodia.

La historia es larga.

Bajo el impulso de un luchador social católico, Miguel Palomar y Vizcarra, surgieron en 1903 las Cajas Rurales, cuyo objeto era forjar la cultura del ahorro entre núcleos campesinos, para solucionar, desde esa base, sus problemas de crédito.

El modelo había sido calcado de las cooperativas de ahorro y crédito fundadas en Alemania en 1890.

El movimiento, pese al dramático paréntesis de la revolución, llegó a prender con tal fuerza, que una década después se expidió su primera regulación...

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