La Calle Diario de un Espectador / Leñero rechazado

Vicente Leñero nos ayudó a conocer al Ignacio Retes muerto el viernes anterior. Sigamos oyéndolo. Con su sinceridad de siempre, en su libro Vivir del teatro Leñero narra las vicisitudes de su carrera como dramaturgo, que comenzó con la pieza titulada Pueblo rechazado, que Retes dirigió.

El tema de la obra era muy sacudidor hace cuarenta años: se trataba de la experiencia de un convento de monjes benedictinos, encabezados por Gregorio Lemercier, que decidió practicar el sicoanálisis como un medio de depurar su fe y mejorar su servicio a Dios. Pero la práctica de esa técnica introspectiva generó muchos problemas, dentro del monasterio (cercano a Cuernavaca) y entre los benedictinos y algunos obispos conservadores y con el Vaticano mismo.

Con esos elementos compuso Leñero su primera obra, y la llevó a su amigo José Luis Ibáñez, un notable director del teatro universitario, que había sido su condiscípulo en el colegio Cristóbal Colón. Con amabilidad de amigos, Ibáñez confesó que la obra no le había gustado, y por lo tanto no podría montarla. Leñero recuerda que salió de la casa de ese director como alumno reprobado.

No toqué la obra durante varios días -escribió más tarde. Luego la revisé cuidadosamente, transformé en monólogos los diálogos del Prior con Cristo fuera de escena, y me fui al Jiménez Rueda a ver el Galileo Galilei dirigido por Ignacio Retes.

Sabía de Retes por algunos de sus montajes en las temporadas del Seguro Social, durante la administración de Benito Coquet, y por su obra Una ciudad para vivir, que años atrás había visto en la sala Chopin.

La puesta en escena de Galileo me animó a recurrir a Retes para dar a Pueblo rechazado una segunda oportunidad.

Nos citamos en el café Palermo de la calle de Humboldt, donde yo acudía casi a diario a leer o a charlar con los amigos. Retes llegó al Palermo entusiasmado de antemano. Conocía la historia del monasterio de Cuernavaca, conocía incluso a Lemercier y estaba seguro de que una obra sobre el tema sería un éxito garantizado -me dijo mientras fumaba a trancos su cigarrillo, como si lo masticara.

-Léala primero, maestro. José Luis...

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