La Calle Diario de un Espectador / Olimpo

En el lugar de su origen, así el antiguo como el contemporáneo, en Grecia misma, se realizan una vez más los juegos olímpicos. Aprovechando que esa magna reunión mundial de deportistas se extenderá por varios días, iremos acercándonos al tema desde la designación misma del acontecimiento. ¿Por qué son olímpicos esos juegos? Porque se realizaban en honor de los dioses, residentes del Olimpo, acerca del cual hablaremos hoy. Nos auxiliamos para eso de una simpática edición facsimilar del libro titulado La mitología, cuyo autor se firma V. González. La publicación original fue hecha por el afamado editor madrileño S. Calleja, y cuenta con ilustraciones, tanto en la portada como en los interiores, muy a la usanza de comienzos del siglo pasado, hace cien años.

"El Olimpo -dice el autor- era la asamblea de los dioses y el lugar del cielo en que se verificaba. También se llamaba y se llama Olimpo una alta montaña de la Tesalia en que, según afirma la leyenda, hubo escuela de canto y música en tiempos anteriores a Homero, el sublime autor de la Iliada y la Odisea.

No todos los dioses tenían asiento en el Consejo en que sae resolvían las cuestiones de interés general. Había dioses mayores y menores; estos últimos no tenían voz ni voto en las deliberaciones olímpicas, y de los mayores, que eran veinte, sólo doce tenían asiento en el consejo. Esos doce dioses privilegiados se llamaban consentes, y eran Júpiter, Neptumo, Apolo, Marte, Mercurio y Vulcano, entre los masculinos, y Juno, Minerva, Ceres, Diana y Vesta entre los femeninos. Los otros ocho dioses mayores no consentes (o sea sin asiento en el consejo) fueron llamados también electos, auxiliares o patricios, y eran Plutón, Cupido o el Amor, Jano, Genio, Latona y Aurora.

Había además varios dioses subalternos del cielo, otros de la tierra, del infierno y del mar; a más de otras muchas divinidades de orden inferior...

Los dioses conservaban la inmortalidad bebiendo un licor delicioso llamado ambrosía, que restauraba sus fuerzas. No sólo se unían entre sí, podían unirse a simples...

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