La Calle Diario de un Espectador / Lorca en Madrid

Uno de los inevitables efectos de presenciar el prodigio lorquiano en la obra de Francisco Suárez a la que nos referimos ayer es retomar la poesía de Federico García Lorca para recuperar su sabor, entender de nuevo su sentido, exponernos a su fuerza. Buscamos su Romancero gitano, y lo hallamos en la vigesimosexta edición que de él ha hecho la benemérita Colección Austral. Lo conseguimos de inmediato en la Casa del libro, la antaño enorme librería de la propia editorial Espasa Calpe, cercana al Callao sobre la Gran vía, que tal vez ha tenido que empequeñerse ante el poder de sus vecinos incómodos, El Corte Inglés, ubico y omnipotente, y la FNAC venida de Francia.

Se lee en la contraportada que el poeta llamó gitano a su romancero, aparecido en 1928 cuando a sus cuarenta años era ya un sólido escritor, "porque el gitano es lo más elevado, lo más profundo, lo más aristocrático de mi país, lo más representativo de su modo y lo que que guarda el ascua, la sangre y el alfabeto de la verdad andaluza y universal". Dijo también Lorca que en su libro "apenas sí está expresada la Andalucía que se ve, pero donde está temblando todo lo que no se ve, un libro antipintoresco, antifloclórico, antiflamenco... donde las figuras sirven a fondos milenarios y donde no hay más que un personaje grande y oscuro como un cielo de estío, la Pena".

Casi todo el mundo conoce, y aun es capaz de repetir La casada infiel, ("Y que yo me la llevé al río, creendo que era mozuela pero tenía marido") porque la incluyen los tesoros del declamador de diversa catadura, pero no la vamos a citar aquí hoy en extenso, pues aunque también se recita el Romance de la luna luna, por bautizar una de las escenas de lo que vimos en el teatro Alcázar, quisimos leerlo de nuevo y compartirlo con los lectores. Lo dedicó a su hermana Conchita y dice así: "La luna vino a la fragua/ con su polisón de nardos/. El niño la mira, mira/ El niño la está mirando./ En el aire conmovido/ mueve la luna sus brazos/ y enseña, lúbrica y pura,/ sus sesos de duro estaño./ Huye...

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