La calle diario de un espectador / Jorge VI

Como segundo hijo de Jorge V, el príncipe Alberto estaba destinado a funciones subalternas. Sin embargo, se preparó concienzudamente para ellas. Era oficial de la Marina, y estudió la administración pública del reino y del imperio que encabezaba su padre. El llamado a reemplazarlo a su muerte era David, el hermano mayor.

Pero a diferencia de Alberto, David era dado a la fiesta y a la frivolidad. En sus andanzas mundanas conoció a la señora Wallis Simpson, norteamericana de Baltimore, de la que se enamoró. No era la mujer más conveniente para el futuro rey de Inglaterra. Se había divorciado una vez, y estaba a punto de hacerlo de nuevo, precisamente para afianzar su relación con el Príncipe de Gales. A los ojos de la alta burocracia británica, y de los jefes del Parlamento, su fama acrecentaba la inconveniencia de su relación con David. Scotland Yard la seguía y en sus reportes daba espacio al chismerío que la hacía haber aprendido sus artes amatorias en una casa de geishas. Por si fuera poco, amén del Príncipe mantenía una relación con otro hombre.

Todos esos inconvenientes se convirtieron en problemas de Estado cuando murió el rey Jorge V y David subió al trono, con el nombre de Eduardo VIII. Lo hizo a regañadientes, acaso con la esperanza de derribar, ya en el trono, los obstáculos que se oponían a su unión con la señora Simpson. Pero era imposible que, como jefe de la Iglesia anglicana, que no admite el divorcio, se casara con una señora que lo había practicado. De modo que el dilema se planteó sin equívoco alguno: o renunciaba a la mujer o abdicaba del trono. Escogió lo segundo, y lo hizo saber a sus súbditos en un conmovedor mensaje, en el que ofreció su apoyo a su hermano Alberto, segundo en la línea de sucesión y llamado por lo tanto a reemplazarlo en el trono.

Se hizo entonces más...

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