La Calle: Diario de un Espectador / Camino de Guanajuato

El viernes pasado José Alfredo Jiménez hubiera cumplido 75 años. Pero decidió irse muy pronto, antes de llegar al medio siglo. Como si supiera que su vida sería corta, la comenzó temprano. A los 14 años comenzó a escribir canciones, que su primera esposa, Paloma -inmortalizada en varias de las melodías señeras de su marido- conserva en un cuaderno negro. No todas las letras que allí figuran fueron editadas o grabadas. La primera que recibió ese honor, y de inmediato lanzó a la popularidad a su autor fue Yo, un canto a la desolación amorosa sazonada con alcohol:

"Ando borracho, ando tomado, porque el destino cambió mi suerte. Ya tu cariño nada me importa, mi corazón te olvidó para siempre. Fuiste en mi vida un sentimiento que destrozó toditita mi alma. Quise matarme por tu cariño, pero volví a recobrar la calma. Yo, yo que tanto lloré por tus besos. Yo, yo que siempre te hablé sin mentira, hoy sólo puedo brindarte desprecio; yo, yo que tanto te quise en la vida. Una gitana leyó en mi mano que con el tiempo me adorarías. Esa gitana ha adivinado, pero tu vida ya no es la mía. Hoy mi destino lleva otro rumbo, mi corazón se quedó muy lejos; si ahora me quieres, si ahora me extrañas, yo te abandono pa estar parejos".

A pesar de que su prosa rengueaba y utilizaba muletas -"toditita", "volví a recobrar"-, ya estaba allí el mejor José Alfredo, el de la intuición que recoge estados de ánimo generalizados, esa intuición que permite a los poetas ofrecer a quienes los leen o los escuchan las palabras que requieren para expresar sus sentimientos. Más allá de la demagogia sensiblera que a todos los artistas exitosos los asalta y les obliga a decir a sus públicos cuanto los quieren, José Alfredo -por eso hay que llamarlo por su nombre, sin necesidad del apellido- mantuvo esa conexión con el público, razón entre otras de que no se achatara su sensibilidad ni menguara su popularidad. Ese extremo puede medirse si se recuerda una de sus últimas letras, Si nos dejan. Subsiste la renguera de su estilo...

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