La Calle Diario de un Espectador / Asesino en serio

Todavía hay modo de ver, aunque en Cinemex- Palacio Chino, la jocunda película de Antonio Urrutia, Asesino en serio. Es una larga chunga (ni tan larga, en realidad, porque no dura ni hora y media) sobre el cine negro norteamericano y sobre la burocracia judicial mexicana.

El protagonista es Jesús Ochoa, un estupendo actor que en teatro o ante las cámaras muestra su talento. Hace no mucho lo vimos representando a Shakespeare, no al modo en que se hace en los festivales de Stratford on Avon, sino en interpretación juguetona (lúdica dicen los que se las dan de entendidos). En esta película hace de un comandante policiaco, que al modo de los detectives norteamericanos, no cesa de beber, aunque no whisky o bourbon (que es casi lo mismo, pero no es igual), sino que toma tequila, ya sea de la botella directamente o en copas menos recatadas que los caballitos. También al modo de los héroes de novelas negras o thrillers norteamericanos, es un conquistador. Sólo que, el pobre, es eyaculador precoz y más temprano que tarde se dará cuenta de que no son sus encantos los que cautivan a Yolanda, encarnada por Yvonne Montero, a la que supone estar enamorando.

La película está llena de guiños. Algunos tienen que ver con la actualidad, como la denuncia a la salacidad sacerdotal, que será clave para la trama.

Otros tienen que ver con el presunto o real "carácter nacional". Lo representa cabalmente Rafael Inclán, que hace del jefe del servicio médico forense, más preocupado, a sus años, por afinar pasos de baile que por el buen desempeño de su trabajo. Compensa los riesgos de su frivolidad su yerno, que por nepotismo trabaja a sus órdenes en el anfiteatro, y que toma más en serio su chamba, para bien del comandante Martínez.

Ambos, el yerno y el jefe policiaco, quedan perplejos ante la muerte de una mujer, que murió de un megaorgasmo, según el dictamen del forense. En efecto, en el rostro sonriente pese al rigor mortis quedó marcado para siempre, o para nunca, el placer intenso, que fue su última sensación. Un placer sexual...

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