Un café en la azotea de Bellas Artes

CIUDAD DE MÉXICO, julio 6 (EL UNIVERSAL).- El recuerdo de los primeros años de Bellas Artes vivió en la mente de Rafael Galicia, el empleado que trabajó ahí desde dos años antes de la inauguración y lo dejó hasta su muerte en 2012.

Aquel hombre contó, en una emisión del programa Viva la Radio del IMER en 1993, que hubo una época en la que se hacía un espectáculo con la cortina Tiffany de un millón de piezas de cristal.

?Cuando el teatro se inauguró, teníamos una consola de música. Dábamos unas exhibiciones con luces de colores sobre la cortina de cristal que tiene dibujados los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl. Hacíamos un oscuro total y luego reflejábamos el amanecer poco a poquito, duraba media hora. En ese lapso pasaban nubes, la lluvia cuando estaba cayendo y la aurora hasta que amanecía, con música de fondo. Era un espectáculo hermoso?, narró don Rafael.

En aquella entrevista, el señor Galicia recordó cuando el Palacio tenía una cafetería en la azotea y él tenía que ir constantemente a recoger las sombrillas que se volaban a la Avenida Juárez, porque la fuerza del viento se las llevaba. La cocina que surtía la cafetería estaba en la parte de abajo, así que crearon un elevador muy pequeño ?donde sólo cabían platos y tazas? que subía y bajaba con bebidas o alimentos. Las tardes de café en la azotea de Bellas Artes y los espectáculos con la cortina de cristal terminaron, pero los empleados aún buscan que el público se maraville y disfrute todo lo que el Palacio de mármol tiene que ofrecer.

Guadalupe Gerardo Ventura es una de esos trabajadores. Laborar durante 32 años en el área de mantenimiento del mayor recinto cultural de México le ha permitido admirar las obras de los muralistas mexicanos, deleitarse con las melodías de la Orquesta Nacional de México y conocer exposiciones artísticas destacadas en el mundo. A sus 63 años, afirma que el Palacio de Bellas Artes le ayudó a ver la vida ?desde la ventana de la cultura? y desea que otros mexicanos también lo hagan. Sin embargo, no siempre resulta.

?El Palacio de Bellas Artes no es para venirse a acostar?. La señora Guadalupe es la encargada de vigilar que las personas no toquen los murales en el interior del recinto; levanta a la gente que se sienta en el suelo y llama la atención a quienes toman fotos con flash. ?Imagínese qué sería si dejáramos a la gente sentada aquí. Se sientan allá y acá. El Palacio de Bellas Artes no es para sentarse, no estamos en Chapultepec?, dice la mujer.

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