Cinexcepción/ Lo que sea de cada quien

AutorHugo Hernández

Columnas por aquí, columnas por allá: las columnas de la sociedad se han ocupado de El Crimen del Padre Amaro (2002) de Carlos Carrera en los espacios que "se han ganado" en la prensa local. La mayoría de las reacciones provienen de emisores que en su ira han sido incapaces de responder a lo que consideran una ofensa con otra cosa que no sea una ofensa: la cinta no es una obra maestra, concedamos, pero tampoco es el bodrio, churro y demás improperios que ha recibido como calificativo. Por esta razón, además de las lagunas en materia cinematográfica que los columnistas metidos a críticos han puesto en evidencia, ha sido un poco difícil que éstos estén en la posición de darle a cada quien su merecido.

En su mayoría, han tenido la involuntaria virtud de rescatar la participación de Vicente Leñero, guionista, pero no de ponerlo en su lugar: por fin, hasta el más neófito espectador (que ahora suman cientos de miles, ¡bendita película maldita!) ha podido endosar parte de la culpa al escritor de una película, un sujeto que hasta ahora podía estar seguro de su anonimato y libre de las agresiones en el supermercado, un ente que pasaba más bien desapercibido a la hora de la repartición de elogios y vituperios. Bien por el escándalo: escribir películas en México puede llegar a ser, algún día, un oficio reconocido... y remunerado. En mi opinión, el escritor y periodista jalisciense es, hoy por hoy, el más notable guionista mexicano en activo (de verdad se extrañan las incursiones de gente de la talla de José Emilio Pacheco). En su haber figuran (como argumentista o guionista) títulos como Cadena Perpetua (1978), Los Albañiles (1976), El Callejón de los Milagros (1995) y La Ley de Herodes (1999). Sus aportes a la cinta anticlerical son abundantes, pero se sobrestima su colaboración. Y es que vale la pena recordar que lo que queda en pantalla no es responsabilidad de otro que del realizador.

En alguna ocasión el entrenador chileno Pedro García, acusado por un periodista del (recurrente e interminable) mal funcionamiento del Atlas, distribuyó la cuestión de la siguiente manera: sentencioso, aseveró que "los jugadores son los culpables, pero yo soy el responsable". Que si el guionista escribe parlamentos "chafas", o el actor los enuncia sin convicción, o la luz no matiza: el responsable es el...

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