Entre Parántesis/ Caballería rusticana

AutorDavid Martín del Campo

La Revolución se hizo a caballo. El registro fotográfico de los hermanos Casasola así lo testimonia. Hombres recios, aquellos de 1910, 11 y 12, trotando a lo ancho del País con las cananas terciadas. Luego vino la institucionalización del régimen, que cambió la cabalgata por el acarreo, para llegar a este punto en que todo aquello es materia ya de la nostalgia. Por ello, quizá, la cabalgata que emprendieron el Presidente Vicente Fox y los gobernadores norteños tenga un espíritu de evocación y rescate.

Uno de los efectos más desdeñados de la Revolución Industrial fue el desplazamiento paulatino del caballo como fuerza motriz de nuestra civilización. A caballo conquistó Alejandro el Asia central y por medio de éste se transportaban las mercancías dentro de la Europa cristiana. Luego vinieron la máquina de vapor y el motor de combustión interna que, en cosa de tres generaciones, desplazaron al caballo de sus funciones motrices.

En el mercado de hoy el automóvil más sobrio posee un motor de 55 caballos de fuerza, y el más potente de 300. Muy pronto las carretas (que originaron nuestras actuales "carreteras") y los coches de tiro se mudaron a las vitrinas de los museos, jubilando a millones de caballos que pasaron a los cuentos infantiles, si no es que a mejor vida.

El Siglo 20 fue, definitivamente, el gran cadalso hípico. Mi abuelo Leopoldo tuvo una caballeriza y, cuando venido a menos por cosas de la Revolución, una mula. Jamás aprendió a conducir automóviles. Al mirarlo andar todavía mostraba ese tranco sinuoso, de vaquero sin espuelas, que hemos perdido los que trocamos el cuaco tordillo por un estándar de cinco velocidades. Injusticias de la vida.

La segunda cabalgata Unidos por las tradiciones (en la que mordieron polvo lo mismo Vicente Fox que Santiago Creel y los gobernadores de Chihuahua a Tamaulipas), nunca tuvo más pretensiones que las de orden simbólico. Se ha informado que en ella participaron 7 mil jinetes, bordeando de sol a sol la frontera tejana, como una forma de sugerir que el combate a la delincuencia estará garantizada por esos sheriffes de escritorio, impecables y un tanto despistados, como si prófugos de una película de John Ford.

Todos tenemos una cuenta pendiente con los caballos. Hay quienes guardamos el susto aquél, transformado en pesadilla infantil, del jamelgo que nos tumbó durante un día de campo. O el que nos hizo perder toda esperanza en los ocho furlongs del Hipódromo de las Américas. O el divertido "Mister Ed"...

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