Entre cínicos

AutorAndrés de Luna

Los placeres y los días

Una de las formas de sobrevivencia es el cinismo. Se ejerce con la conciencia roída de quien afronta una responsabilidad ante situaciones críticas. Es una postura acomodaticia que responde a las descomposiciones sociales del Estado. México, por ejemplo, sin ese ambiente pleno de vahos pútridos sería imposible pensarlo en la regularidad de conductas cínicas. Los medios cumplirán una función esencial en la construcción y armado de esos políticos que abarcan un rango amplio de categorías. El cínico se manifiesta con un gesto provocador. Son los indómitos que se han subido a los caballitos de feria y creen que nos convencen de sus hazañas al recorrer grandes extensiones de territorio. Usan las palabras con la vehemencia del héroe que lo mismo combate al narcotráfico que a los secuestradores. Dirán que han atrapado al líder de un cártel, aunque el aprehendido sea uno más de los integrantes de la banda. El cínico tiene que ser él y sólo él, por dentro se muere de risa, por más que ésta tenga algo de nervioso.

Los cínicos nacionales son los dueños del porvenir. Están siempre a punto de obtener los mayores logros, casi han logrado sus metas, tienen en la mira a los culpables. Además estos cínicos usan la "esperanza" como un fuego de artificio. Es su dispositivo y su as bajo la manga.

Tratan las cosas de forma ilusoria y por lo mismo son los magos de las ilusiones y de las esperanzas. A veces este coro de sirenas grotescas llega a contraponerse entre sí. Cada uno jala para su propio interés, ya sea un presidente de la República, un gobernador, un jefe de Gobierno, un...

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