En busca de lo natural

AutorMaría Luisa Medellín

Desde pequeños, los hijos de María de Jesús -Ramiro y Karla- padecieron por alergias a los alimentos adicionados con colorantes y conservadores.

No podían comer productos con saborizantes u otros ingredientes químicos, porque enseguida aparecía la comezón y la piel enrojecida por una molesta dermatitis atópica.

Ramiro, además, era alérgico a la leche y a la clara de huevo.

"Mi esposo y yo tuvimos que recorrer consultorios de dermatólogos y alergólogos para ir descubriendo los alimentos que quedarían prohibidos en el menú de los niños", platica María de Jesús Treviño Guajardo, quien ahora fomenta la siembra de huertos comunitarios en San Nicolás.

Desde entonces, dice, se preocupó por buscar alternativas naturales para su familia.

Comenzó a documentarse sobre las propiedades de frutas y verduras, a saber cuáles pueden sustituir la proteína animal y cómo prepararlas.

En pocas palabras, se convirtió en una mamá orgánica, capaz de ofrecer deliciosos flanes de betabel, zanahoria y espinaca, buffet de ensaladas, cocteles de frutas, aguas frescas e ingeniosas figuras de jícama, pepino, apio y mango.

"Probé menús sanos para asegurar una mejor calidad de vida a mis hijos, y dio resultado, ya no padecieron alergias y ahora que ya son jóvenes siguen ese estilo de alimentación", comparte María de Jesús, de 42 años y enfermera de profesión.

Sentada frente a los surcos con plantas de lechuga y rábanos, en un huerto de la Colonia Cuauhtémoc, cuenta que por el trabajo de su esposo, el agrónomo Rubén Cantú Esparza, la familia se mudó a Tapachula, en 1996.

Vivieron allá cinco años, y en esa tierra pródiga en naturaleza, aprendió a sembrar árboles frutales y a cultivar y cosechar sus hortalizas.

Al regresar se afanó en compartir esa experiencia, la misma que en países del Primer Mundo empieza a cobrar popularidad: convertir en huertos traspatios y hasta balcones.

"Al ver los problemas de obesidad infantil por el consumo de chatarra, animé a mis vecinos a diseñar en el fraccionamiento un parque ecológico con espacio para un huerto que todos adoptaron como suyo", relata.

"Lo del huerto lo promoví como terapia opcional y para volver al tipo de alimentación que tenían nuestros abuelos, quienes no conocieron conservadores ni hormonas en la carne".

Cada familia aportó un encino rojo y su tiempo para sembrar las semillas de las hortalizas, cuidar las plántulas en los almácigos, trasplantarlas luego en suelo firme y cosechar.

"Me acuerdo que andábamos removiendo la...

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