Brindan un confabulario pastelero

AutorAdriana Durán

Ciudad Guzmán, Jalisco.- Entre las historias que rodean la biografía del célebre escritor jalisciense Juan José Arreola, fallecido en diciembre del 2001, está la de una de las más antiguas pastelerías establecidas en su natal Ciudad Guzmán, también conocida como Zapotlán del Rey, y que ha sido propiedad de la familia Arreola. El negocio data de 1880.

"Yo, señores, soy de Zapotlán el Grande. Un pueblo que de tan grande nos lo hicieron Ciudad Guzmán hace 100 años. Pero nosotros seguimos siendo tan pueblo que todavía le decimos Zapotlán", escribía Arreola en la introducción a una de sus obras.

Ana María Arreola Zúñiga, de 84 años de edad y hermana del escritor, advierte que la panadería siempre estuvo ligada a la vida familiar. Ella es la encargada directa de vigilar la elaboración de los productos, ya que su hermana Carmen, de 91 años, y copropietaria del lugar, se encuentra enferma.

"Desde niños ayudábamos a nuestros padres en el negocio. Mi mamá se llamaba Carmen Zúñiga de Arreola y mi padre Felipe Arreola Mendoza. El pan se hacia en horno de bóveda, con leña.

"Por esos años existía el Camino Real de Colima, que era por donde los arrieros traían diversos productos de los alrededores: harina, azúcar y algunas frutas que servían para la preparación", dice.

Recuerda que a Juan José Arreola le gustaba amasar la mezcla para los picones, uno de sus panes favoritos. Otro era el crocante con sabor a vainilla, nuez y almendra. Desde niño disfrutaba ayudar en esto, además de la declamación.

La casa y el horno de los Arreola se ubican en la calle Lázaro Cárdenas, número 33. Desde la entrada se percibe el olor a pan, a mermeladas y jaleas hechas en casa.

En la sala lucen algunas fotos del escritor, así como su secretaire, diseñado por él mismo y donde redactará algunos de sus escritos. En las mesitas destacan los moldes con jaleas de guayaba, de camote con pitahaya y otras de membrillo.

Un pasillo con plantas y jaulas con pájaros lleva al comedor, con muebles tallados de madera y vitrinas que resguardan las copas de cristal cortado y las vajillas de porcelana de la familia.

"Fabricábamos la levadura, que es secreto de familia. También se utilizaba el pulque. Era mejor usarlo por la tarde, daba un mejor sabor al pan y un aroma perfumado. Mi madre nos preparaba en el comal un panqué de natas", recuerda Arreola Zúñiga.

No hay recetas escritas con cantidades, agrega. La mejor receta se logra con la práctica. Antes la gente era compartida, las vecinas...

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