De bracero a héroe de Irapuato

AutorRaúl Guzmán

Señor futbol/Enviado

Para Samuel Máñez, portero del Irapuato, bastó una noche para convertirse en héroe.

Todavía sintiendo la adrenalina que lo invadió la noche del sábado 10, cuando La Trinca consiguió el ascenso a Primera División, el principal protagonista de esa hazaña se da tiempo para compartir su historia.

Un relato conmovedor que tiene su origen varios años atrás en un pequeño pueblo de Guerrero llamado Tenexpa, municipio de Texpa, cerca de Acapulco.

Ahí creció un joven inquieto, bromista y amante del futbol que poco a poco llegó a sobresalir en este deporte, pero que difícilmente pensaba en salir de su hogar para probar suerte.

"Ganaba 300 pesos, la verdad soy de origen humilde y no me da pena decirlo, al contrario, lo digo con orgullo, pero yo me quería ir a Acapulco, pero no tenía con qué, entonces le pedí prestado a varios amigos, aunque algunos no me creyeron y no quisieron ayudar", comenta Máñez con un marcado acento costeño.

Después de sufrir hasta para comer, el joven comenzó a destacar en el equipo de Segunda División de Acapulco y sus oportunidades lo llevaron a jugar poco tiempo en el Atlas, sin mayor éxito y tener una oportunidad en el Zacatecas, de Primera A.

Ahí encontró una buena oportunidad deportiva y conoció al dueño de ese equipo, José Antonio García, mismo que dirige los destinos del Atlante y del Irapuato.

Pero económicamente surgió un nuevo reto, trabajar en los Estados Unidos para ganar en dólares y darle forma al sueño americano.

Máñez se fue para el otro lado y trabajó en una manufacturera, sólo que su destino era otro.

"Me llamaron y me dijeron que me tenía que regresar a jugar porque mi carta era propiedad de José Antonio García, así que me regresé al Zacatecas, luego fui al Atlante y después llegué al Irapuato".

"Llevo dos años aquí y la verdad estoy muy a gusto, con mi equipo, con la gente y con la ciudad en general", manifestó el arquero de 27 años.

Dos años de jugar con La Trinca le dieron la titularidad y cada fin de semana le demostraba al técnico Juan Alvarado y a todos los que confiaban en él que no se habían equivocado.

Fue entonces cuando llegó el momento de la verdad, la Final que definiría al próximo participante en el Máximo Circuito. Máñez rezó, se encomendó a Dios y saltó a la cancha con una sola idea en la cabeza: el título.

"Desde que empezó me di cuenta que iba a ser un juego muy difícil, así que debía estar concentrado cada minuto.

"Llegó un momento en el que pensé que no podríamos...

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