VIGÍA DE BOLSILLO / ¡Dios te ve!

AutorSofía Orozco

Aquella frase favorita de catequistas y padres desesperados no hace más que confirmar que, desde siempre, las personas nunca hemos sido de fiar.

Uno puede cometer toda clase de tropelías y comportarse con el mayor desparpajo, siempre y cuando no haya ningún ojo humano de testigo. En soledad, con absoluta libertad y tranquilidad, puedes beber directo de la boca de la botella de la leche y hacerte limpieza profunda de nariz utilizando los dedos como única herramienta; pero si en medio del trance piensas, por un momento, que de entre las nubes un ojo avizor no pierde detalle de tus modales, seguro acabarás por contenerte.

"¡Dios te ve!", nos decían con total convencimiento: no robes ni un alfiler, no copies en el examen, no culpes a tu hermano por el florero roto. A cierta edad, la observación divina como método disuasivo y formador de conciencia funcionaba a la perfección. Luego algunos problemas surgían: unos dudaban de la existencia de Dios, otros de la potencia de su ojo, y otros más abusaban de su confidencia; sabían que de lo visto, por grave que fuera, nada revelaría.

Debido a esos huecos en el sistema era necesario utilizar otras estrategias de amedrentamiento: el infierno, por ejemplo, o la Correccional, lugar un tanto más tangible para un adolescente.

El problema crecía al llegar a la adultez. Quien llegaba hasta este punto siendo un verdadero y ruin truhán, ya no tenía remedio.

Con una sociedad indiferente y permisiva, en un país corrupto, con un sistema de justicia deficiente y en donde los usos y costumbres contemplan la transa, la mordida y el cochupo, hasta el hombre más justo es incitado a "pecar".

Ni siquiera hablamos de grandes delitos o de crímenes de lesa humanidad. Las faltas van desde las más simples, como estacionarse obstruyendo una cochera o invadir el paso de cebra, hasta las más riesgosas e imprudentes, como manejar alcoholizado o pasarse el semáforo en rojo.

Evitar filas y aglomeraciones haciendo uso de mañas y conocidos; conseguir favores o saltarse las reglas de alguna institución al ir recomendado por un politiquillo; parar en doble fila porque "llevas mucha prisa"; estacionarte sobre la banqueta porque "no hay lugar"; dejar la basura en plena calle porque "no hay bote"; olvidar recoger el excremento de tu mascota, y todas esas prácticas inocentes a las que estamos tan acostumbrados, sin que nadie note el daño, el desgaste, y el atropello al que...

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