Desde Mi Ladera/ Biografía Tapatía

AutorJuan López

De las cuatro imágenes que donó don Carlos I y V

Las manifestaciones religiosas de un tiempo y de un espacio, esto es, de una sociedad en un lugar y en un tiempo determinado, se deben ver con toda objetividad, sin adjetivar dichas manifestaciones porque en último término son manifestaciones de la voluntad de los seres humanos de ser como ellos quieren ser, una vez más, en un tiempo y en un espacio; toda religiosidad debe ser respetable y respetada, pues el ser humano tiene el derecho, todo el derecho de pensar lo que quiera y como quiera, y cuando quiera, sobre lo que quiera; por lo mismo tiene todos los derechos habidos y por haber de tener la religión y la religiosidad que se le pegue la gana; de ahí que me parece absurdo que al leer estas pláticas, usted se dé el lujo de reírse de nuestros antepasados por rezanderos y religiosos; ellos simplemente ejercían todo su derecho a ser como querían ser.

Basado en lo anterior he de proseguir par decir que en aquellos tiempos, si había peste, si faltaba el agua, si sobraba el agua, si temblaba, si helaba, si caloreaba más de la cuenta, se ocurría a los templos a rezar Dios directamente, a las intervenciones de la Virgen, de los ángeles, de los arcángeles, de los tronos, de las dominaciones, de los sera fines, de los querubines, de las potestades, de los mártires, de los confesores, de las ánimas del purgatorio y de cuanto influyente se supusiera que había ante Dios mismo.

En cuanto sucediera algo que alterara la paz y la tranquilidad acostumbradas por aquella sociedad tan bien acostumbrada vivir tranquilamente, por no haber como hay el día de ahora planes DN3, cruces rojas, verdes, azules y de todos colores; los hombres y las mujeres acudían a las fuerzas superiores, a las que se suponía que se les agradaba con rezos, con precesiones, con cohetes, con cánticos, con quema de castillos y con todas las solemnidades muy en boga en aquellos tiempos del Rey mi Señor.

Una de las muy veneradas imágenes de la Virgen que vive y reyna en la Catedral guadalajarense es regalo a la ciudad, nada menos que del Rey y Emperador, don Carlos I de España y V de Alemania, quien tuvo bien ordenar que de los quintos que como señor de estas tierras le tocaban, se destinaran los dineros suficientes para mandar hacer cu tro bellas imágenes de la Virgen M ría, todas las cuatro de la misma advocación, esto es, con el Hijo, con el Niño-Dios en los brazos y con la mano derecha pronta a pasar las cuentas de rosario; todas cuatro...

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