Bill y Hillary Clinton: Un amor postmoderno

AutorGuadalupe Loaeza

"Si te me vas a quedar viendo así, lo mejor será que me presente. Mi nombre es Hillary Rodham, ¿y tú cómo te llamas?", le dijo, sin la menor timidez, la joven bajita, rubia, desgarbada, desangelada, con sus burdos anteojos de fondo de botella, al atractivo, alto y sonriente Bill Clinton, en la biblioteca de la Universidad de Yale, donde ambos eran destacados estudiantes de Derecho y militantes activos en 1970. En efecto, él se le había quedado viendo con insistencia porque sabía que ella era la más inteligente del curso. A partir de ese momento, fueron inseparables y tal parecía que estaban hechos el uno para el otro. Los dos sentían una misma profunda pasión: la política. Tan ambicioso el uno como el otro, veían en esta actividad el medio perfecto para alcanzar las metas que cada uno se había fijado. Se admiraban mutuamente. Hillary pensaba que Bill era el hombre más carismático, con sentido del humor, inteligente y atractivo; y Bill la consideraba como la mujer más inteligente que conocía, equilibrada, disciplinada y pragmática. Se complementaban perfectamente y ambos tenían el don de mando.

En 1971, se atrevieron a vivir juntos, cuando aún nadie lo hacía sin matrimonio, hasta terminar sus estudios en 1973. Esos años los recordarían como los mejores de su vida de pareja. Bill se fue a Arkansas a iniciar su carrera política, mientras que Hillary se trasladó a Nueva York para empezar una carrera sumamente prometedora, tanto que sus colegas ya la veían como una próxima senadora y una posible futura presidenta del país. Pero en 1974, cuando reflexionó y se dio cuenta de que la voluntad de Bill de seguir por la vía de la política estaba mucho más definida que su deseo de cambiar el mundo por otros caminos, decidió seguir los dictados de su corazón y lo alcanzó en Arkansas. Ahí no vivieron juntos, para evitar cualquier tipo de comentarios que perjudicaran la carrera ascendente de Clinton. Ella trabajaba en un bufete de abogados y los dos daban clases en la Universidad de Little Rock. Cada vez Bill y Hillary adquirían más prestigio. Se hablaba de ellos en sus respectivos círculos como jóvenes con un gran futuro. ¿Por qué no hacer frente juntos? Bill pensaba que Hillary sería la socia ideal y el apoyo perfecto para lograr sus ambiciones. Hillary creía que Bill sería la persona que más la impulsaría y podría ayudar en su trabajo por los derechos de los niños y las mujeres. ¿Por qué, entonces, no legalizar su unión? Resultaría más práctico para ambos. Contraer nupcias, después de todo, era un requisito indispensable para que la carrera política de Bill empezara a florecer y no había mucho tiempo que perder. Hillary ganaba muy buen dinero, conservaría su nombre de soltera y Bill podría dedicarse tiempo completo a lo suyo.

Bill venía de una familia mucho más modesta que la de Hillary, y se había criado en Hope, en uno de los estados más pobres del país, Arkansas. Mientras que Hillary pertenecía a una familia de clase media, muy unida, metodista y republicana de Chicago. En cambio, Bill era bautista, y no conoció a su padre, fallecido el día de su nacimiento en un accidente automovilístico. En esa época, vivía con su madre y su padrastro, Roger Clinton, cuyo nombre adoptó. Desde joven, Bill destacó por sus brillantes estudios en la Universidad de Georgetown, que le merecieron una beca para estudiar en Oxford. Hillary estudió en la...

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