Una niña bien... mala / Sexo en el Hipódromo

AutorMilah

El domingo pasado fue el Día del Aficionado en el Hipódromo de las Américas y un amigo me invitó a comer ahí con el único fin de que le pagara una apuesta que ya me había tardado en cumplir.

Por lo general soy buena pagadora de apuestas, pero esa en especial la había estado retrasando, pues implicaba una factor en especial que, aunque no lo crean, me imponía un poco. En fin, al mal paso, darle prisa, así que fui dispuesta a disfrutar tanto o más que él dicha apuesta.

Llegamos pasadita de la una y fuimos directo a comer algo y a comenzar a entonarnos para aflojar el nervio. Las carreras comenzaron y, luego de un rato, bajamos a ver sus caballos.

Aunado a la euforia de la espera por lo que tenía que hacer para cumplir con lo acordado, el ansia por estar al fin con este hombre al que tenía casi un año de no ver me estaba volviendo loca, así que apenas estuvimos alejados un poco de la multitud, lo acorralé contra una esquina y me lo comí a besos.

Con mi pierna apoyada en uno de los cubos de paja, lo tenía a mi disposición. Comencé a sentir su mano subiendo por mi pierna, introduciéndose cada vez más bajo mi vestido y comencé a derretir mis ímpetus.

-No sigas o no podré esperar más.

Aquel hombre, deseoso de guardar nuestras ganas y antojos para después, sacó su mano traviesa y me separó de él con un giro.

-Vamos, anda, antes de que se te baje la hormona.

El trato era que yo tenía que aceptar tener sexo con él en el lugar público que él decidiera y, al conocer bien ese lugar, pensó que era una súper idea hacerlo frente a toda esa gente desconocida para mí, pero uno que otro muy amigo de él.

Esa no era la primera vez que yo lo haría en un lugar público, pero sí robando toda la atención de tanta gente que estaría esperando ver salir un caballo y no un par de locos cogiendo en medio de la pista de carreras.

Aprovechando que era el día de los aficionados y que habría un par de carreras sin consecuencias monetarias por apuestas, nos subimos en uno de sus caballos que había inscrito para correr, él en calzones y yo con un vestidito vaporoso que me permitió sentarme de frente para intentar galopar mientras teníamos sexo frente a todos. La idea me pareció de lo más excitante, pero no dejaba de preocuparme el shock que provocaríamos y la reacción de los encargados de la seguridad del lugar, así que apresuré todo y me trepé al dichoso caballo antes de que mi cordura me obligara a abortar la misión.

-Agárrate fuerte de mí, no te vayas a soltar.

Con mi panza...

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