Una niña bien... mala / Sex wars Milah

Tengo un amigo con el que me encanta pasar veladas afrodisíacas. Siempre hay algo nuevo, un chisme interesante o una simple travesura divertida que compartir, pero esta última vez que nos vimos superó mis expectativas.

-Hola Milah, ¿nos vemos por la tarde? calculo salir de trabajar como a las ocho.

-¡Claro! hace un buen que no te veo, ya te extraño.

-Te compré unos disfracitos, ojalá te gusten.

Bueno, no puedo describirles la emoción que me da el enterarme que alguien me tiene una sorpresa.

¡Amo las sorpresas!

Así que como podrán imaginarse, estaba vuelta loca por ver a aquel individuo que había tenido el detalle de comprarme un par de disfracitos para animar un poco la acción, al calor de las sábanas.

Las horas se me hacían eternas, así que decidí ir calentando motores para llegar lo más caliente posible a su encuentro y, como no hay nada que me caliente más que poner un video mío en pleno revolcón con alguien, rápidamente escogí mi favorito y sin pensarlo lo metí en el aparato indicado y me dispuse a pasar unos cuantos minutos de autosatisfacción.

Los gritos en aquel miniclip comenzaron a lograr que mi sangre burbujeara y en automático mis manos comenzaron a embarrarse en mi cuerpo, tratando de encontrar su camino por dentro de mi estorbosa ropa, que se interponía en el camino del hedonismo.

Al fin mi mano alcanzó a colarse dentro de mi tanga -que ya estaba empapada para entonces- y yo sola logré un grado de estimulación tal, que tuve que aguantar y tener mucha fuerza de voluntad para no venirme en un auto orgasmo, pues quería llegar lo más horny posible al encuentro con mi amigo que auguraba ser de lo más kinky.

Antes de que otra cosa pasara, salí de casa y me fui acercando al lugar de siempre, me eché un té helado de mango y esperé con ansias a que llegara el susodicho.

-Listo Milah, ya estoy aquí, ven pronto.

Más tardó él en avisarme que había llegado, que yo en correr a su encuentro.

Un beso apasionado nos sirvió de preámbulo y nos separamos tan sólo unos minutos para poner un poco de música.

Al regresar a su lado me extendió la mano con un morralito y me dijo que escogiera el que yo quisiera para ese momento y guardara el otro para la siguiente vez.

¡Cuál fue mi sorpresa al sacar de aquella bolsa un disfraz de la Princesa Leia y otro de porrista de los Cowboys!

La elección fue difícil, ambos me habían fascinado y no había a cuál irle en lo sexy, así saqué mi lado geek y me decidí a ser la prisionera Java de Hutt.

Y es que cómo...

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