Una niña bien... mala / Pueblo mágico, sexo mágico

¡Adoro mis fines de semana en Tapalpa!

Creo que comencé a ser fan de escaparme a Tapalpa desde hace un par de años cuando, recién salida de una relación amorosa, llamé a mi amigo incondicional para pedirle que me ayudara a desaparecer del mundo aunque fuera por unas horas.

-¡Hola! ¿estás ocupado?

-¿Qué se te antoja hacer o qué?

-¡Sorpréndeme!

Vaya si me sorprendió. Ese fin de semana disfruté de uno de los mejores revolcones de mi vida.

Puntual, llegó por mí temprano a mi casa, me saludó con un beso en los labios y nos subimos a su coche.

Ese tierno y delicado beso me puso a mil.

-Extrañaba tu boca

-¡Y lo que te falta preciosa! Vámonos.

No sé que tienen esos momentos nostálgicos por los que pasamos las mujeres siempre que tronamos con alguien que te ponen romántica y ganosa, así que, desde que le llamé a mi amigo ya sabía -o al menos eso pretendía- que algo pasaría.

-No me gusta verte triste, así que te voy a llevar a desayunar algo rico y de ahí vamos viendo que sale.

Así llegamos hasta Tapalpa, donde desayunamos riquísimo en un lugar muy famoso. Desde que entramos a carretera ya iba muy relajada y el olor a bosque me tenía abstraída totalmente. Me encantó caminar de su mano por las calles empedradas y sentirme protegida y apapachada por unos momentos. Sorprendentemente, apenas entramos al lugar, me topé con un par de amigos -uno de ellos ex mío- con sus respectivas familias. Cortésmente saludamos y nos seguimos, aunque no puedo negar que la adrenalina se apoderó de mi en ese momento por lo inesperado del evento.

El desayuno estuvo lleno de picones y caricias, de besos aguantados y de abrazos frustrados, así que, tan solo salimos de ahí, nos besamos como locos y recorrimos aquél pueblo mágico de extremo a extremo, compramos algunas piedras energéticas, inciensos, mantas, nieves y demás recuerdos y emprendimos el camino de regreso.

Él y yo teníamos ya una historia. Éramos los clásicos fuck buddies de la carrera que, aunque cada quien tuviera su pareja estable y sin premeditarlo, siempre acabábamos en tremenda cogida. Nunca pude resistirme a su ennoooorme batuta, que apenas me sentía cerca, era una cobra real saliendo de su canasta.

Pero les contaba, regresábamos ya de Tapalpa y decidimos hacer una escala técnica en una casa que sus padres tenían muy cerca y, como podrán imaginarse, más tardamos en entrar que en aventarnos un mega faje de antología, sin embargo, yo necesitaba más, no me bastaba sentir su cuerpo sobre el mío ni sus manos entre...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR