Una niña bien... mala / Nada que un buen postre no cure

Como muchos ya saben, la semana pasada sufrí un sinsabor y la intensidad a la que llegó mi vida durante estos días, me tuvo con una tensión inigualable.

Por eso decidí darme un espacio para consentirme y acepté salir y distraerme con mi único y especial Ojos Lindos.

¡Nada más rico que comenzar la noche con una invitación a cenar! Y es que la ilusión comienza desde el momento en que abro mi clóset para elegir qué ponerme: muy teto, muy político, muy liberal, muy casual, muy romántico... al fin, el vestido ideal.

Y es que para una mujer no es cualquier cosa el elegir el atuendo para cada ocasión, pues todas sabemos que el look que lleves a cada compromiso define el 90 por ciento de lo que sucederá a continuación, así que ese día decidí ceñirme un vestidito blanco de gasa, ligeramente transparentoso, con adornos muy elegantes en negro y unas zapatillas que lograron acentuar mis curvas de una manera sexy, pero refinada.

Aquél hombre al que vería en punto de las nueve tiene la facultad de matarme con su mirada dulce y penetrante, esos azules ojos siempre logran que mi sangre acelere su paso por mi corazón y provocan en mi hasta el más bajo de los instintos, así que, luego de rociarme con el delicioso perfume que me había regalado en mi cumpleaños, salí corriendo a su encuentro.

Desafortunadamente, la velocidad con la que salí de casa no fue suficiente en este caso ya que despistada como soy, tomé la peor ruta y me topé con un tráfico que parecía ir al ritmo de un discurso del Peje, jajaja.

Media hora más tarde de lo que acordamos, al fin llegué y casi muero al tropezar con una de esas cuarteaduras que suelen adornar las banquetas de nuestra adorada ciudad.

-Uff, perdóname, agarré Insurgentes al revés, jajaja, y es que esta Ciudad entre marchas, operativos y gente que pareciera que no quiere llegar a sus casas, es una locura.

-No te agobies Milah, ven dame un beso y déjame empalagarme de ti.

Aquel rincón a media luz hizo que nos disfrutáramos desde el inicio y, entre beso y beso, las copas de vino a nuestro alcance comenzaron a surtir efecto.

Como era de esperarse, la calentura subió a tope en unos cuantos segundos, por lo que no me sorprendí cuando sentí su mano subir por mi pierna poco a poco apretando fuertemente mi muslo hasta atorarse muy cerca de mi sensibilidad más susceptible.

-Ah, uy, creo que ya me estoy mojando, sigue un poco más arriba, anda.

Su mano decidida a continuar se vio frenada por la llegada de nuestro mesero, quien, dándose...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR