La Vida de Cuadritos/ Bien por Daniela Romo; mal por Aracely Arámbula

AutorArsenia Mata

TV Docta

Aunque no lo crean, ya extrañaba las historias de Emilio Larrosa.

Cualquier cosa será mejor que Entre el Amor y el Odio, y aunque es muy prematuro para decir si ésta será o no una gran opción, en su arranque, Las Vías del Amor tuvo sus buenas y sus malas.

Si hemos de hablar de lo mejor, empezaré por Daniela Romo, parte fundamental en esta trama urdida por el propio Larrosa y su escritor de tooooda la vida: Alejandro Pohlenz.

La mujer demuestra que se ha ganado a pulso el crédito de primera actriz.

Su papel de dicharachera y preocupona por sus hijos le queda como anillo al dedo. El primer capítulo tuvo intensidad gracias a la escena en la que cuenta cómo fue violada a los 16 años por su padrastro, quien la dejó embarazada.

Yo pensé que después de El Manantial sería difícil que la actriz se luciera en otra historia que no fuera de Carla Estrada, pero me equivoqué.

Aracely Arámbula y Jorge Salinas siguen muy verdes como para llevar el peso del estelar.

Por algo en sus pasadas novelas ella siempre estuvo reforzada por otra figura (Victoria Ruffo le acompañó en Abrázame muy Fuerte y Alejandra Avalos en Soñadoras).

Vemos a la Arámbula en una mala copia de Thalía en Marimar.

Es una costeña sabrosona y, a la vez, inocente... ¡qué raaaaro! Sólo que... ¡tiene más mérito la actuación de la esposa de Tommy Mottola!

¿Qué es eso de que la chava se dirige a su progenitor (José Carlos Ruiz) -postizo, porque ya descubrió que el verdadero está en otro lado- como "apaíto", "apacito"... y, luego, de repente, se le olvida el acento veracruzano y habla como toda una capitalina?

Son cosas que una nunca entenderá, pero es parte de la ficción... y el engaño de ciertas producciones como ésta que, de verdad, por el bien de todos, especialmente de la Romo y del propio Ruiz, es de los pocos actorazos en esta trama que valen la pena.

Pena ajena causan Nuria Bages y Blanca Sánchez.

Sus trabajos son buenos, pero están relegadas a un segundo plano y, aunque la primera es buenísima para el melodrama, la tienen sólo como la esposa caprichosa.

La Sánchez, en cambio, se ve sobreactuada como la paralítica amargada que culpa de todo a su hijo Gabriel (Salinas).

El tibio desenvolvimiento de la actriz me extrañó, pero al ver los créditos entendí, pues supe que, una vez más, Salvador Garcini, que en otro tiempo era bueno como actor, sigue como director de escena de cabecera de las producciones de Larrosa.

A Salinas quieren recetárnoslo no sólo como el súper galán que...

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