Biblioteca Mínima Mexicana

AutorAndrés Henestrosa
Páginas308-309
308
ANDRÉS HEN ESTROS A
Biblioteca Mínima Mexicana
Vamos a dedicar esta columna, de este domingo, a comentar algunos de aque-
llos libros que puedan llegar a nuestras manos. No haremos crítica, sino más
bien el comentario, la impresión que su lectura suscite en nosotros, como me-
ros lectores. Diremos en breves líneas, qué nos gusta, qué se aparta de lo que
pensamos que es y debe ser la literatura, procurando que nuestra opinión sea
el reflejo más fiel de nuestro leal saber y entender, que si no fuera entender,
será por lo menos leal. Sea lo primero, la reseña de los diez primeros volúme-
nes de la “Biblioteca Mínima Mexicana” que viene publicando Costa-Amic,
con el concurso de alguno de los más señalados escritores a quienes se encarga
de la selección y prólogo de cada uno de los títulos. Es el propósito del editor,
y así se advierte en lo que hasta ahora se lleva publicado, dar a luz obras inédi-
tas, pero también obras ya impresas que por estar agotadas, o por su significa-
ción, valga la pena poner al menor costo en manos del lector mexicano, ávido
siempre, aunque algunos crean lo contrario, de nutrirse con todo aquello que
algo le diga, que algo tenga de común con él. Fiel a ese propósito de Costa-
Amic, la Biblioteca ha hecho una primera selección de libros, o fragmentos de
libros que tienen por sí mismos unidad, y en que se cuentan obras inéditas
o ya agotadas desde hace algunos años. Su número 1 corresponde a José Joa-
quín Fernández de Lizardi, “El Pensador Mexicano”, de quien se reproducen
los capítulos de El Periquillo que tratan de sus primeras andanzas, así como
algunos artículos y El Testamento en verdad una de las partes más hermosas de
la novela de L izardi. La selección lleva un prólogo del propio editor, la nota
explicativa de los propósitos de la Biblioteca, y se ilustra con algunas estampas
de la edición original. Ante la imposibilidad de detenernos en cada uno de los
títulos, mencionaremos solamente aquellos que de momento recordamos, que
ya por el hecho de recordarlos se puede ver lo que para nosotros significan. De
Alfredo Chavero se reproducen algunos fragmentos del trabajo que hizo para
la obra monumental México a través de los siglos; es decir que de la “Historia An-
tigua y de la Conquista”, escrita íntegramente por Alfredo Chavero, se recogen
los capítulos I y II del Libro IV, y que bajo el rubro de Los aztecas o mexicas. Fun-
dación de la ciudad de México-Tenochtitlan, se incluye en la serie, bajo el número
3. Algunos de estos tomitos constituyen verdaderas joyas bibliográficas, y un
plausible acierto su reproducción, no sólo porque vuelve a ponerse en manos
de los lectores, sino porque en algún caso –así El diablo en México de Juan Díaz

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