De besos y teorías

AutorVivianne Hiriart

La mayoría de los humanos besamos. Besamos en las mejillas, en la boca, en la frente o en algún lugar que de pronto se nos antojó. Y cuando lo hacemos, solemos no pensar mucho lo que nos motiva, lo que ese acto desencadena o el origen de ese abrir y cerrar de labios. Tampoco nos preguntamos por qué movemos la cara hacia un lado o hacia el otro al besar y, mucho menos, qué cantidad de bichos y bacterias nos estamos pasando. Si lo hiciéramos, seguramente se volvería un acto mucho menos romántico y, si somos muy asquerosos, hasta lo pensaríamos dos veces antes de actuar.

Pero lo cierto es que el beso es un tema que se ha estudiado desde muchas perspectivas. Desde el punto de vista antropológico, hay que decir que si bien 90 por ciento de los habitantes del planeta besamos en los labios, hay un 10 por ciento que no lo hace y lo considera inadecuado o por lo menos muy poco atractivo. Algunos prefieren olerse o frotar nariz con nariz, como el famoso beso esquimal, que también es común entre algunas tribus de África, de Nueva Zelanda y de Malasia.

Dice Diane Ackerman en su libro Una Historia Natural de los Sentidos, que gran parte del placer del beso radica en el intercambio de olores. Eso, porque los aromas juegan un papel importante en la atracción sexual. Incluso se ha visto que cuando se daña el olfato de los hombres el deseo sexual también disminuye. ¿Algo que ver con las feromonas? Podría ser.

Al parecer, el beso también es una herramienta que nos ayuda a elegir a la pareja adecuada y que puede incluso ayudar a predecir el rumbo que seguirá una relación.

Chip Walter, en su artículo Affairs of the Lips (Asuntos de los Labios), publicado en la revista Scientific American Mind, recupera algunos estudios que sugieren que el primer beso es crucial en una relación. Si es malo, aparentemente las posibilidades de que las personas decidan terminar aumentan. Yo, la verdad, diría que el primero rara vez es el mejor y que los subsecuentes pueden mejorar notablemente. Pero el asunto está en que en ese primer beso se da un intenso intercambio de información. A través del olfato, se transfieren datos genéticos que de manera instintiva nos hacen sentirnos más atraídas (un poco más a las mujeres) hacia hombres cuyos genes sean compatibles con los nuestros y garanticen hijos más fuertes. Y a través del contacto y la postura, recibimos información sobre su personalidad, que puede mostrarlo como alguien con quien se cree que la convivencia podría transformarse...

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