Bendecida por el country

AutorJuan Carlos Hidalgo

En ciertas escenas específicas de la música folclórica se corre el riesgo de que buena parte de las composiciones pasen a ser meras piezas de acompañamiento para rituales de baile y festejo muy escasos en contenido de fondo. Muchas veces ocurre así en el country, cuando es reducido a una simplista expresión orientada a la fiesta. En otra de sus vertientes -la de bar a pie de carretera-, los tópicos se circunscriben al entorno de lo masculino: largos viajes, alcohol, fracasos amorosos, pasiones prohibidas. Toda una paleta sentimental para vaqueros y conductores cuyos círculos de convivencia parecerían la versión compleja de El club de Toby, emanado del cómic de la pequeña Lulú.

No es fácil desmarcarse de la sesiones de baile insulso ni penetrar en los ambientes machistas. El country reviste cierta problemática para mujeres cuya propuesta posee mayor profundidad y no se limita a mero entretenimiento pasajero. Pese a las dificultades, ha sido viable una tradición de grandes vocalistas que se han abierto paso en esta escena, a la que ahora también se identifica como americana, al abrirse a cierta influencia del rock en su sonido.

Cronista del dolor

Como parte de un selecto club al que pertenecen Linda Ronstadt, Dolly Parton, Emmylou Harris y más recientemente Margot Timmins, cantante de Cowboy Junkies, podemos ubicar a Lucinda Williams y destacar el grave y áspero registro vocal que posee y que le ha servido para convertirse en una cronista del dolor y el sufrimiento, siempre desde una marcada óptica femenina.

Nacida en Lake Charles, Luisiana, hace 58 años, fue educada con cercanía al arte, pues su padre, Miller Williams, destacó como poeta. Lucinda se acercó a figuras del género country para solicitar su tutoría, pero aunque ha colaborado con mucha gente, a través de los años quien más la ha apoyado es el espléndido Steve Earle. No ha escaseado la prensa especializada que ubica a Williams como el alter ego femenino del propio músico.

En álbumes tan notables como Car Wheels on a Gravel Road (98), Essence (01), que la vinculó al público alternativo; World Without Tears (03) y West (07), ha desarrollado una peculiar habilidad narrativa: más que canciones, sus piezas son historias musicalizadas en las que no escasean las imágenes crudas y las frases directas.

Ella ha preferido abordar los abismos de la experiencia humana antes que instalarse en los pasajes felices. De hecho, su obra es marcadamente autobiográfica, por lo que suele entregar discos...

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