BENCHMARK / Controlar el ego

AutorJorge A. Meléndez Ruiz

"Yo cumplo mis compromisos". "Aquí mando yo". "Le doy las gracias a la sociedad por acompañarme".

Y la última, ¡medio se compara con Jesucristo!

Yo. Mi. Yo. Mi.

Andrés Manuel es el profeta, el centro del universo. Efectivamente, parece más el líder de un movimiento religioso que el presidente.

Padece una enfermedad común en los jefes poderosos: su ego.

La inteligencia, poder y sobre todo el éxito provocan arrogancia. Y el arrogante no escucha. Y el que no escucha fracasa.

¿No me cree? Hace unos años, una encuesta realizada en Estados Unidos indicó que 40% de los directores generales fracasan antes de 18 meses... ¡Ah! y una tercera parte no dura 3 años.

"No importa qué tan abierto de criterio o accesible sea, un puesto ejecutivo requiere un esfuerzo consciente y diligente para mantener los pies en el suelo", señala Jen Shirkani, autora del libro "Ego vs. EQ: cómo evitar ocho trampas del Ego".

Las 8 trampas son (según Business Insider):

  1. Ignorar retroalimentación incómoda. Privilegiar otros datos. Ya cayó si: no le dicen nada negativo, no pide retroalimentación y se ofende cuando se la dan.

  2. Creer que la habilidad técnica es suficiente. Ya cayó si: piensa es perder el tiempo relacionarse, anda buscando errores de su equipo y le encanta que le digan lo "fregón" que es.

  3. Rodearse de gente igualita. Evita discutir contratando a un equipo de clones. Está ahí si: no tiene a "opuestos", las decisiones son rápidas y sin fricción.

  4. No suelta el control. Se enfoca en el día a día. Y, claro, está ocupadísimo. Cayó si: lo ocupa la minucia, ve poco a la industria y nada se hace si usted no está.

  5. Ignora su impacto organizacional. Cambiar de opinión, ser colérico, no jerarquizar. Las acciones de un líder impactan. Cayó ahí si: pide cosas que no corresponden, organiza juntas de última hora o no le da seguimiento a metas.

  6. Subestima que lo están observando. Los subordinados siempre notan todo: si es intolerante, si reconoce lo bueno, etc. Anda mal si: cree que las reglas no se aplican a altos ejecutivos, nunca busca conocer a más gente o cree que no tiene que comportarse distinto porque es el jefazo.

  7. Pierde el contacto con la trinchera. Con la línea de operación, sus empleados, clientes. Cuidado si: no conoce a todos sus empleados u oficinas, o toma privilegios que nadie tiene.

  8. Se comporta como un esquizofrénico. A veces cálido, a veces frío. Cambia constantemente. Sus empleados sienten que no es de fiar. Ojo, si: opera como en piloto automático...

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