La belleza como perpetua historia

AutorJosé Mariano Leyva

El libro que tengo más presente de José Emilio Pacheco tiene una portada horrenda. Un grabado del magnífico artista Julio Ruelas, que a alguien se le ocurrió torturar bajo el peso de dos tintas: café y amarillo. Pero la portada nada tiene que ver con su interior. El interior está repleto de poemas que, sin embargo, no son de José Emilio Pacheco. Son versos modernistas que coquetean con lo lúgubre sin desprenderse de lo romántico. Frases de diferentes autores elegidas por el poeta que acaba de morir.

Ya lo ordena el refrán: no juzgar al libro por la tapa. Menos si se trata de esta Antología del modernismo 1884-1921, publicada en 1970, firmada para la Biblioteca Manuel Orozco y Berra por el propio José Emilio, y dedicada a Gabriel Zaid y a Gordon Brotherston. Ahí, en 51 páginas aparece uno de los ensayos históricos sobre la literatura más contundentes que se hayan escrito en México. Pacheco se atrevió a escribir desde la mejor academia sobre un tema que en el arranque de aquella década parecía extravagante, cuando no reprobable: el gozne que pueden formar la historia y las bellas artes. Tan académico resultó aquel ejercicio que terminó de escribirlo en la Universidad de Essex en Inglaterra, y echó luz sobre temas y perspectivas nuevas de una manera clara y vehemente. La gran mayoría de los lectores recuerda con vigor al Pacheco poeta y narrador, estupendo y sin duda sublime, pero yo me quedo con el Pacheco más breve: ensayista, historiador. José Emilio también fue eso, no hay que juzgar al libro por la tapa, sobre todo cuando el libro, como las cebollas, tiene muchas tapas.

Tuve contacto con José Emilio en la Dirección de Estudios Históricos. Lo conocí en esa faceta tan poco comentada. Él formaba parte del Seminario de Historia de la Cultura junto con Carlos Monsiváis, José Joaquín Blanco, un mucho más joven Antonio Saborit, y adquisiciones mucho más recientes como Rebeca Monroy Nasr, Julia Tuñón y el que esto escribe, entre otros. Los tres primeros -es decir Pacheco, Monsiváis y Blanco- fundaron una forma de hacer ensayo que incluía como fuente histórica a la literatura, a la poesía, a las artes plásticas, a las artes escénicas. Blanco y Pacheco tenían predilección justamente por los modernistas. De José Joaquín basta leer su Pastor y ninfa: ensayos de literatura moderna (1998), y de Pacheco, la introducción a la que me he referido. En esas páginas hace un balance sobre el Porfirio Díaz estratega al que al final le resulta imposible...

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