Baudelio Lara/ Anuario de un desencantado

Como las listas de propósitos de año nuevo, los balances anuales tienen un regusto agridulce, quizá porque sabemos que poco o nada tienen de utilidad y que, finalmente, terminan por convertirse en un ritual oficioso. En el tema de la cultura en Guadalajara, la tarea no llega a ser siquiera un ejercicio melancólico. En efecto, la melancolía se duele de las pérdidas y en este caso no hay mucho por qué sentirse afligido.

Podemos convenir que la tarea es un poco extraña e impropia: Guadalajara todavía no llega hasta el extremo deseado de tener una agenda cultural neoyorkina, punto en el que los especialistas debatirían sobre el espectáculo más atractivo, el concierto más estimulante o la exposición que abrió nuevos caminos en las artes visuales. Por otra parte, cualquier ejercicio recapitulador es necesariamente parcial y fragmentario, matizado por las filias y las fobias personales y, añádase para mal término, realizado en un contexto que, si bien tiene una oferta llena de iniciativas y actividades durante el año, es raquítico en materia de propuestas relevantes o iluminadoras.

Durante el año que termina, la ciudad parece haberse convertido en una estación del adiós, una especie de cementerio de elefantes que eligieron este lugar del mundo para cosechar los últimos aplausos. Luciano Pavarotti; en menor medida, Carreras, y Marcel Marceau decidieron darnos muestra de sus dones postreros. El problema no es que la gente se despida, sino que lo hagan en un clima tan admirado y complaciente como fue el caso, con un público deseoso de compartir una velada con un big name.

Pareciera también que, en cuanto a la llamada música culta, la ciudad renovó su vocación clásica, porque nuestro horizonte no pasó de Beethoven. Los ciclos de sonatas para piano y las sinfonías del músico alemán fueron el esfuerzo más pródigo de la programación musical del año. Pensar en ir más allá es comprometer nuestros recursos, nuestras capacidades e incluso violentar nuestros gustos atávicos. Pareciera que, para no ir más lejos, un ciclo de sinfonías de Brahms es imposible; un ciclo de las sinfonías de Mahler es impensable, sería calentar demasiado los goznes de nuestra maquinaria cultural.

Por otra parte, a juzgar por el contenido de la propaganda de los informes municipales, las artes visuales se convirtieron en un medio redituable para la imagen de nuestros políticos locales. Este año, el ayuntamiento de Zapopan y el de Guadalajara proclamaron la inauguración del Museo de...

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