Bárbara Hoyo / Una mujer, todas las mujeres

AutorBárbara Hoyo

Contar la historia de un aborto en este país se parece más a una confesión religiosa que a una experiencia que, si el sistema patriarcal no se impusiera sobre nosotras y nos juzgara por tomar decisiones sobre nuestros cuerpos, estaría libre de culpa, estigmatización y criminalización. Un aborto no debería representar un peligro para la salud, tener implicaciones emocionales ni morales y mucho menos consecuencias penales.

Cuento esta historia desde la libertad que me otorga saber que la única persona que ha decidido sobre su cuerpo soy yo. Y sé, también, que habré de enfrentarme a los juicios y opiniones, particularmente de hombres, que durante años han creído que la vida y la dignidad de las mujeres están sujetas a su aprobación o a una resolución jurídica. No solo es absurdo que sea un privilegio decidir sobre la maternidad, también es indigno y atenta contra el ejercicio de nuestros derechos. Si una mujer vive una violación a sus derechos, la vivimos todas.

Mi historia no es representativa en México porque es la historia de una mujer con acceso a la salud privada y con la autonomía e independencia que se requieren para haber decidido cuándo ser madre y cuándo no. Tres veces aborté y, salvo por lo doloroso que fue físicamente, sé que cada una de las decisiones que tomé fue la adecuada bajo las circunstancias en las que me encontraba.

¿Me gustaría que hubiese sido distinto? Tal vez. Ninguna mujer despierta con ganas de abortar ni de someter su cuerpo a un proceso invasivo, doloroso y muchas veces clandestino y violento. Pero, más allá de eso, volvería a tomar las mismas decisiones, porque gracias a ellas tengo una vida con la que me siento satisfecha. Repito: mi historia no es representativa, pues en este país ejercer los derechos más básicos se considera un privilegio.

Abortar no significa promover el aborto. En México, abortar significa poner en riesgo la vida. Especialmente de las mujeres y niñas que viven en situación de pobreza y, por lo tanto, de discriminación y pérdida de sus derechos.

Ser madre es una experiencia que permea todos los ámbitos. La maternidad es ambivalente porque implica entrega y responsabilidad: la vida no vuelve a ser la misma. Ninguna mujer debería de ser madre sin la convicción absoluta de ello. Hoy disfruto la crianza de mi hijo porque soy madre a partir de un deseo y de una elección, pero ese no es el caso de todas las mujeres ni es la historia de todos los hijos: nadie quiere una madre que...

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