Les bajan la luna y las estrellas...

Alberto Rivera nunca olvidó la primera vez que observó las estrellas.

Hoy, que trabaja como operador de tracto-camión, le tocó traer a su hija de nueve años a hacer lo mismo: maravillarse con los astros de la bóveda celeste.

Esta vez, lo hace en la Noche de Estrellas del Instituto Politécnico Nacional, donde se dan cita cientos de personas y decenas de telescopios de todos los tamaños y capacidades con el único objetivo de explorar el cielo.

Ayer, la Ciudad de México les regaló una noche clara, donde la cuña menguante de la Luna les marca el recorrido, para iniciar la que probablemente sea una de las actividades más antiguas de la humanidad.

"De pequeño nos trajeron alguna vez, de la escuela, y jamás volví hasta ahora, y sigo igual, con el mismo interés, con el mismo asombro", expresa, tras observar al satélite natural de la Tierra.

Lo hace con el ojo izquierdo volcado sobre el ocular de un Meade de 12 pulgadas, un telescopio semiprofesional de los más potentes que se pueden encontrar esta noche, apoyado por la oscuridad que sólo por hoy devora al campus.

Es el...

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