Bacalar la metamorfosis azul

AutorRicardo Garza

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BACALAR, Quintana Roo.- Los cañones apuntan, como hace dos siglos y medio, a una laguna de aguas tan pacíficas que resulta imposible imaginar las cruentas batallas que en ella libraron piratas ingleses de Belice y soldados de la Nueva España, quienes lucharon por el tráfico del palo de tinte, madera preciosa que abunda en esta región selvática.

Una pequeña mole de piedra con cuatro baluartes en sus esquinas, rodeada por una profunda fosa que estuvo plagada de estacas, fue la encargada de defender, a partir de 1733, al pueblo maya de Bacalar. Para ese entonces, esta localidad ya sumaba más de un milenio establecida a los pies de la Laguna de los Siete Colores, conocida así porque, durante el día, debido a su variada profundidad, arena y flora, regala a la pupila tonalidades que coquetean entre el azul marino y el turquesa.

Actualmente, el Fuerte de San Felipe Bacalar alberga el museo homónimo donde se ilustra, a través de objetos como balas de cañón, hachas, espadas, pistolas, relojes de arena e instrumentos de navegación, el diario vivir de los piratas del Caribe.

"Por esta región robaban piratas, corsarios y bucaneros, y cada uno era distinto. Los piratas atacaban todo tipo de embarcación, los corsarios tenían permiso de su Gobierno con la condición de que les dieran una parte del botín, y los bucaneros eran cazadores o agricultores que fueron convencidos para unirse a la piratería", comenta el guía del museo.

La biografía de temidos piratas ingleses, franceses y holandeses, réplicas en miniatura de galeones utilizados del siglo 16 al 18 y hasta una osamenta encontrada en la fortaleza conforman la exposición, que recuerda a los saqueadores de altamar.

Otra sección del museo aborda la Guerra de Castas, conflicto en el que los mayas de la Península de Yucatán se rebelaron, en 1847, contra el Gobierno mexicano. Una de las batallas dejó Bacalar en ruinas y casi como un pueblo fantasma. Algunos habitantes sostienen que las almas de quienes perecieron en ese trágico episodio aún pasean entre las bancas de la Parroquia de San Joaquín, el mayor centro religioso de la localidad.

Tras salir del Caballero Alto, como se conoce la sección más grande del edificio fortificado, y subir a la torre de vigilancia, la humedad sofoca los poros, que sólo son refrescados por la tenue y esporádica brisa.

Detrás se encuentra la plaza principal de Bacalar, donde un grupo de niños, que viste uniforme de primaria, juega entre las jardineras y el quiosco. De...

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