Todo en azul

AutorHugo Roca

Enviado

TORONTO, Ontario.- Desde su barco, el pescador Richard Edwardson ha visto cómo amanece en Toronto durante 23 años. Antes del alba apaga el motor y espera al sol en medio del Lago Ontario.

Sus mañanas favoritas son las de primavera, los salmones despiertan con hambre y las primeras luces son azules y húmedas, como si Monet las hubiera pintado.

La pesca lo ha convertido en testigo y protagonista del Toronto romántico.

Sobre la tierra, los lugareños son rápidos y están ocupados; cumplen ritmos laborales frenéticos y sus cabezas se esfuerzan por evadir dificultades y encontrar salidas prácticas.

En sus ratos libres, si quieren divertirse, van a los bares típicos de la ciudad que rodean al centro. Ahí suelen beber -primero- cerveza artesanal oscura, dos o tres. Luego beben algo más fuerte: ron, whisky, vodka o ajenjo que los hace cantar (el karaoke es un entretenimiento muy popular) y dormir alegres.

Son salvajes y resistentes en la fiesta, pero cuando se trata de amor los torontonianos acuden ilusionados y apacibles al agua.

"Es tradición de la ciudad que los enamorados se embarquen y pasen horas de intimidad en medio del Lago Ontario", dice Richard mientras se recarga en los barrotes de la proa de su barco.

El mismo Richard, cuando se enamoró de una mujer nueve años más grande que él, Elisa, la invitó al barco desde el cual pescaba. Era 1973, él tenía 17 años y frente a ellos, en la costa, iniciaba la construcción de la CN Tower con la promesa gubernamental de que sería la más alta del mundo.

Ya desde entonces pescaba y en lo que alguna trucha mordía la carnada que cubría el anzuelo, Richard le decía a Elisa que todo el tiempo pensaba en ella.

Vieron subir la torre palmo a palmo hasta que completó sus 553.33 metros y presenciaron con extrañeza cómo a los tres cuartos de su esbelto cuerpo se le añadía una estructura oval que le daba el curioso aspecto de un ovni atravesado por un palillo.

Richard recuerda que a los 26 años Elisa estaba confundida. Recién había terminado la carrera de publicidad y ansiaba triunfar, pero también quería cultivar un amor paciente y profundo.

"A ella le atraía mi calma porque contrastaba con su naturaleza impaciente; un pescador complementaba su necesidad de siempre estar ocupada", cuenta con voz pausada.

Un pez ha mordido el anzuelo y el cuerpo de Richard se tensa. Con movimientos rápidos y exactos manipula su caña de hasta sacar del agua a un salmón que aletea con violencia. Richard lo sostiene frente a su...

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