La aventura de la inclusión

AutorJuan Villoro

En ocasiones, el ser humano tiene la rara vanidad de sentirse incomprensible. De pronto, en una reunión entre hispanohablantes, alguien usa coloquialismos para revelar que dispone de una variante secreta del idioma, vedada al resto de los comensales. Sin embargo, tarde o temprano lo decepcionamos comprendiendo lo que dice. Aunque la idea de dominar un código hermético resulta sugerente, la dinámica de la lengua permite descifrar palabras que desconocíamos. Estamos condenados a entendernos.

Se cumplen quinientos años de la muerte de Antonio de Nebrija, el primer gramático, y sus afanes normativos siguen vigentes. Con los matices del caso, el idioma es, como él anhelaba, un instrumento con "un único tenor para todos los siglos por venir".

Esto no elimina las diferencias de vocabulario entre un país y otro. A José Emilio Pacheco le gustaba recordar el momento en que tuvo problemas en el baño de un hotel español y llamó a Recepción para solicitar "un plomero que arreglara la llave de la tina". Los tres sustantivos de la frase eran equívocos. En España, Pacheco necesitaba un fontanero que reparara el grifo de la bañera.

Cada país tiene su propio modo de volverse misterioso, y las rarezas que entendemos por contexto enriquecen la lengua. Nada tan atractivo como hallar modismos madrileños en Ramón Gómez de la Serna, catalanismos en Josep Pla o galleguismos en Álvaro Cunqueiro.

El efecto es muy distinto cuando los regionalismos se imponen como tabla de la ley en las traducciones españolas. Pongo un par de ejemplos entre muchos posibles. Al lector hispanoamericano le sorprende enterarse de que un personaje obeso del sudafricano Coetzee tenga "michelines", del mismo modo en que le sorprende que un amedrentado personaje de la canadiense Margaret Atwood sea descrito con un giro taurino, como alguien que "no entra al trapo". Esas elecciones estilísticas presuponen que el español sólo se habla de una manera. Uno de los mayores logros de la Academia Mexicana de la Lengua fue que la palabra "españolismo" entrara al Diccionario. No todo lo que se dice en la cuna del idioma es correcto. Aun así, con excesiva frecuencia, traductores y editores olvidan un prerrequisito del trasvase de culturas: la lengua de origen debe sonar natural en su campo de llegada, y eso implica reconocer que no sólo circulará en España.

En América Latina, donde cientos de lenguas preceden al español, la literatura suele servirse de copiosos localismos, pero las traducciones procuran...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR