El auto se negó a prender (III)

AutorAlberto Bortoni

Todo viaje siempre llega a su etapa final. Esta es la etapa en donde la emoción no está en conocer un lugar nuevo, sino en regresar al lugar conocido. Para nosotros esto fue saliendo de Nueva Orleans; cuando nuestro deseo era más comida y cama de casa que restaurante y hotel.

Salimos de Nueva Orleans en la noche y manejamos un par de horas. La visita a Bourbon nos había sacado de la rutina y pudimos manejar un buen tramo antes de buscar hotel. Al día siguiente la misión comenzó no muy temprano para la carretera, pero digamos en el horario de oficina.

Con la confianza que nos había dado el Mustang durante los pasados miles de kilómetros incluso me atreví a pensar en llegar hasta Monterrey de un solo tirón. La verdad no es ninguna proeza, deben de ser unas 12 horas de manejo. Pero con la situación de seguridad no queríamos cruzar Laredo y manejar en carretera sin luz de día.

Según Garmina (el nombre que le dimos al GPS marca Garmin por la voz de señorita malhumorada que a menudo nos gritaba cuando errábamos en el camino), el camino más rápido a Laredo es por la carretera 59 y no por San Antonio, como habíamos conducido en el viaje de ida.

La carretera 59 es más lenta que el freeway, pero recorre menos distancia, así que llegaríamos antes a la ciudad fronteriza. La verdad es que la diferencia es de unos minutos, pero la opción daba algo diferente a la rutina, y aunque es un camino relativamente menos transitado, confiábamos que el auto ya no fallaría.

ADRIANA: Íbamos cantando y muy contentos cuando decidimos parar a poner gasolina. Poco tiempo antes de esto, yo había dicho que el Mustang se estaba portando muy bien y que probablemente hoy podríamos llegar a Laredo y llegar temprano mañana a Monterrey, a lo cual Alberto se le ocurrió decir "no cantes victoria, todavía se puede rajar", y el Mustang lo escuchó y eso lastimó su corazoncito.

La falta de confianza de su propio dueño lo hirió en lo más profundo de su motor. Llegamos a Richmond TX, al sur de Houston, una vez que pusimos gasolina y quisimos continuar el viaje, el caballito se negó rotundamente a prender. Así, nada de ruido, nada de indicios del poderoso motor bajo el cofre, nada... cero... sólo silencio y la cara descompuesta de mi maridito.

ALBERTO: Revisé todo lo que pude antes de resignarme a mover el auto a un cajón vacío en la tienda de la gasolinera. Pronto me quedó claro que el problema era la marcha, aunque recibía corriente pues se notaba la baja de voltaje, el motor no...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR