Atractivo eterno

Si algo ha revoloteado en la cabeza de los hombres desde el principio (el principio de la humanidad, el principio de la historia, el principio de la vida, el principio de la infancia, el principio de la niñez, el principio de la pubertad, el terrible principio de moralidad...) han sido precisamente los atributos pectorales de las mujeres.

Si el sexo vende, las tetas son parte fundamental de la mercancía.

Perversiones aparte, considero que el asunto de los pechos femeninos y la manera de apreciarlos se encuentra íntimamente ligada a razones de orden sociológico.

El prototipo de belleza femenino no ha sido el mismo a través de la historia, ni tampoco lo han compartido todos los pueblos del mundo; aún hoy, en tiempos de globalización y supremacía de la cultura occidental, las diferencias son más que claras.

MONUMENTALES

Podemos comenzar con los amantes de senos monumentales y operados por tradición: los pinches gringos. Quién no se ha quedado sin habla al ver las imponentes redondeces de Pamela Anderson en las páginas centrales de Playboy, o tal vez olvidar el marcador de un partido de futbol americano cuando al medio tiempo salen las porristas luciendo un par de estrellitas solitarias en los pezones.

Los gabachos son así, grandilocuentes, dados al fútil goce de las exageraciones, "si no lo tenemos, lo inventamos o lo robamos", ¿de qué otra manera se explicarían sus pendejadas sobre el mundo si no pensaran que hasta Dios es gringo?

Los franceses prefieren la discreción de los pechos chicos, diminutos de ser posible, lo cual podría atribuirse a la ambigüedad sexual que, con excepción de los españoles, permea en todos los pueblos de esa parte de Europa (belgas, holandeses, suizos...), quienes por cierto presumen de ser las sociedades más avanzadas sobre la tierra, a lo mejor en un futuro cercano tendremos la misma concepción del sexo que ellos, ¡qué hueva!

A LA MEXICANA

Aterrizando en México, podemos constatar que los oriundos de esta tierra de volcanes no nos sentimos especialmente atraídos por los pectorales femeninos, tal vez por nuestro pasado criollo o por nuestra tradición ecuestre, pero la indiscutible verdad es que nos...

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