Aterrizar en un paraíso Francia móvil

AutorAnaline Cedillo

ST. BARTHÉLEMY.- Conforme la avioneta se aproxima a la pista de aterrizaje del Aeropuerto Gustaf III, parece que las llantas van a rozar el techo de los autos que circulan por la carretera y, de paso, nuestras cabezas.

Por si acaso las postales de arena blanca, de aguas mansas color turquesa y montes cubiertos de vegetación no fueran suficientes motivos para quedar extático, en St. Barths hasta contemplar los despegues y aterrizajes resulta un verdadero espectáculo.

A la isla francesa, situada al este de Puerto Rico, en el Caribe, sólo llegan aeronaves con capacidad para 19 personas máximo, entre ellas las Pilatus PC-12 de la aerolínea privada Tradewind Aviation, donde caben sólo ocho pasajeros.

Queda claro que se trata de un destino para unos cuantos. Sofisticado, íntimo y consolidado como uno de los favoritos para vacacionar entre los adinerados, las celebridades y quienes buscan un pedacito caribeño con influencia europea.

"St. Barths tiene de moda unas cuatro décadas y se conserva lindo", opina Carolita Urrestarazu, directora de marketing del hotel Le Sereno. "Se ha convertido en la isla donde se puede todo".

El lujo que se experimenta es más bien discreto. Sabemos que hay varias mansiones y que sus propietarios han pagado por sus terrenos las tarifas más elevadas del Caribe, pero las residencias no están al alcance de las miradas. Ostentar no es una prioridad en este edén de 25 kilómetros cuadrados.

Tras recorrer algunos de los caminos que serpentean en la isla, cedemos a la curiosidad y estacionamos el auto en una glorieta con vista privilegiada al aeropuerto, que tiene fama de ser uno de los más retadores del mundo. ¡Vaya que sentimos un hueco...

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