Atados de manos (IV)

AutorSilvia Cherem S.

MÉXICO.- Dror y Dania Rishpy llegaron a México a finales de mayo. El tiempo se agotaba y estaban cansados de llorar a distancia. Desde Israel había ya muy poco que hacer; preferían estar en el lugar de los hechos, presionar, gritar a los cuatro vientos que su hija debía aparecer. Les indignaba la tibieza de la investigación, la burocratización del sistema judicial. La Policía de Quintana Roo no cuestionaba a fondo a los principales testigos, tampoco presionaba a las autoridades estadounidenses para obligar a Matthew Ryan Walshin a rendir declaración en torno a la desaparición de su hija.

Dan, hermano de Dana, y su tío Rafael, quien también viajó desde Israel, llevaban ya tres semanas entre Cancún y Tulum, frustrados ante la parálisis de las autoridades. Con el paso de los días -ya dos largos meses desde la desaparición-, las pistas parecían agotarse.

Las torpezas de una investigación

A la familia de Dana le inquietaba, sobre todo, que las preguntas a los testigos no fueran incisivas. A Flor Pastrana, por ejemplo, defensora indígena de 34 años, amiga de Matthew desde 1996, y quien le rentó por un monto simbólico el departamento número 2 de Chemuyil 13, donde él se refugió tras la desaparición de Dana, casi no se le cuestionó. Esta mujer, que en 2001 se hospedó en la casa de Matthew en Maui, se enredó en una maraña de contradicciones para justificarlo (páginas 51 y 52 de la averiguación previa T-386/2007).

Declara Pastrana que el 31 de marzo en la tarde, día en que Matthew aseguró que Dana "no volvió de las ruinas", ella se encontró con él. Le contó que quería mudarse porque Vicente, un artesano, lo tenía amenazado. Mezclando indistintamente los nombres de Mirador y Mar Caribe, Flor aseguró que Matthew no se cambió de hotel entonces, sino mucho después, porque "no podía con todo, lo suyo y lo de la chava (...) y desconfiaba dejar las mochilas encargadas".

Declaró que ella misma leyó una nota de Dana en inglés que decía: "Espérame, voy a regresar", nota que los investigadores saben que jamás existió. Como si alguien reclamara que Matthew no esperó lo suficiente, Flor añade: "Mati hubiera querido esperar a la chava más tiempo, pero no toleró las amenazas de los artesanos".

Ella añade un dato más: en abril, es decir, después de la desaparición de Dana, Matthew compró una camioneta que aún seguía estacionada en el departamento que ella le rentó. El Ministerio Público no le preguntó por qué cree que Matthew abandonaría su carro, por qué piensa que...

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