Así no se puede

(Embargada para sitios en internet hasta las 24:00 horas locales)Mauricio Merino(Profesor investigador del CIDE)EL UNIVERSALEntre todos los desafíos que hoy habitan la vida pública mexicana, uno de los más relevantes es la construcción de una administración pública eficaz, transparente y abierta. Pero otorgarle esos atributos a la gestión de las oficinas públicas ha sido una tarea relegada. A pesar de que casi todas las reformas que nos hemos dado en las dos últimas décadas se han frenado o desviado, la reforma de la administración pública no acaba de ser vista como una de las mayores prioridades de la agenda política del país.Seguimos concentrados obsesivamente en los asuntos electorales y hemos abandonado el trabajo de la maquinaria indispensable para hacer posibles los cambios. Hemos fijado la mirada en el punto exclusivo del reparto del poder partidario, pero hemos perdido de vista el ejercicio de la autoridad cotidiana. Hemos descuidado el vínculo entre la distribución del poder político y la acción del Estado. El paso de la política a las políticas, y de los tomadores de decisiones a quienes las llevan a cabo. Al contrario de lo que sucedió al final del Porfiriato, el lema de nuestros días parece ser: todo a la política y nada (o casi nada) a la administración.Desde este mirador, no debería sorprendernos que la eficacia de nuestros gobiernos sea frágil. En la práctica, las políticas públicas tienden a construirse más como programas políticos que como soluciones a problemas definidos causalmente. Nuestros gobiernos van actuando en función de los efectos visibles -más que de las causas que los generan- y lo hacen midiendo la presión pública y el clima de opinión.Cada nuevo programa es una campaña: se hacen para ganar votos (o para no perderlos), se diseñan y se implementan con los equipos cercanos y leales, y se venden como propaganda. Por eso es que buena parte de nuestras políticas son tan ambiguas, tan ambiciosas y tan difíciles de operar. Ocupadas por atacar los efectos, sacrifican las causas, y obligadas a producir ganancias políticas de muy corto plazo, las oficinas de gestión pública se convierten en cuartos de guerra y control de daños más que en organizaciones estables dedicadas a verificar procesos, rutinas y protocolos.Somos el único país de la OCDE que no ha logrado consolidar un servicio profesional de carrera. Pero esa carencia no es una anomalía, sino una secuela de lo anterior. No es casual que el primer intento de...

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