Ley que reforma el artículo 7 de la Constitución Política del Estado de Querétaro, en materia de candidaturas independientes.

20 de septiembre de 2013 LA SOMBRA DE ARTEAGA Pág. 9603
LIC. JOSÉ EDUARDO CALZADA ROVIROSA,
Gobernador Constitucional del Estado de Querétaro, a los habitantes
del mismo, sabed que:
LA QUINCUAGÉSIMA SÉPTIMA LEGISLATURA DEL ESTADO DE QUERÉTARO, EN EJERCICIO DE LAS
FACULTADES QUE LE CONFIEREN LOS ARTÍCULOS 17, FRACCIÓN II, DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DEL
ESTADO DE QUERÉTARO Y 81 DE LA LEY ORGÁNICA DEL PODER LEGISLATIVO DEL ESTADO DE
QUERÉTARO, Y
CONSIDERANDO
1. Que la transformación racional del ser humano según la cual el individuo en algún momento histórico
indeterminado cedió parte de sus naturales libertades de acción -para obtener el respeto a sus derechos-, a
una sociedad organizada a la cual se le llamó Estado, le permite a éste actuar legítima y dinámicamente en
todos los actos de su función, y someter a los justiciables a una disciplina normada que le alcanza a él mismo.
La participación de la sociedad se da desde planos muy diversos y para propósitos muy diferentes, pero
siempre como una buena forma de incluir nuevas opiniones y perspectivas. Se invoca la participación de los
ciudadanos, de las agrupaciones sociales, de la sociedad en su conjunto, para dirimir problemas específicos,
para encontrar soluciones comunes o para hacer confluir voluntades dispersas en una sola acción compartida.
De ahí que el término participación esté inevitablemente ligado a una circunstancia específica y a un conjunto
de voluntades humanas: los dos ingredientes indispensables para que esa palabra adquiera un sentido
concreto, más allá de los valores subjetivos que suelen acompañarla. El medio político, social y económico, en
efecto, y los rasgos singulares de los seres humanos que deciden formar parte de una organización,
constituyen los motores de la participación: el ambiente y el individuo, que forman los anclajes de la vida social.
No obstante, la participación es siempre, a un tiempo, un acto social, colectivo, y el producto de una decisión
personal. Y no podría entenderse, en consecuencia, sin tomar en cuenta esos dos elementos complementarios:
la influencia de la sociedad sobre el individuo, pero sobre todo la voluntad personal de influir en la sociedad.
A medida que los gobiernos y el derecho positivo han encontrado las fórmulas idóneas, incluso por medio de la
influencia del exterior, para establecer en una carta constitucional la organización política, económica, social y
cultural de los mexicanos, a la par se ha querido que la Constitución sea el documento indubitable a partir del
cual se tenga la protección de los principios fundamentales del hombre, el control de la competencia de la
autoridad y la adecuación de las demás normas legales a la misma.
El Estado de derecho no puede subsistir si las leyes quedan rezagadas frente a las exigencias de la sociedad,
sobre todo de una sociedad inmersa en un profundo proceso de cambio, como es la nuestra.
2. Que la participación ciudadana es un elemento esencial en las democracias modernas, lo que representa
trascender de la noción de democracia electoral y dar paso a la democracia participativa, en la que se
promuevan espacios de interacción entre los ciudadanos y el Estado.
La participación, pues, no es suficiente para entender la dinámica de la democracia. Pero sin participación,
sencillamente la democracia no existiría. Una cosa son las modalidades que adopta, sus límites reales y las
enormes expectativas que suelen acompañarla.
Representación y participación, términos que se requieren inexorablemente. Una verdadera representación no
puede existir, en la democracia, sin el auxilio de la forma más elemental de la participación ciudadana. En una
verdadera democracia, ambas formas se entrelazan de manera constante, y en primer lugar, a través de los
votos: la forma más simple e insustituible, a la vez, de participar en la selección de los representantes políticos.
En México, millones de ciudadanos ven con desconfianza a la política y uno de los factores que han contribuido
a esta percepción es el monopolio que ejercen los partidos políticos sobre todos los aspectos de la vida política
nacional. Esta situación de monopolio distorsiona los componentes esenciales de la democracia y ha
trasladado el poder de decisión de los ciudadanos a las burocracias o a los grupos cupulares de los partidos.

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