ARQUITEXTOS / Pritzker para Nouvel

AutorMiquel Adriá

El diablo se coló en el Olimpo. Jean Nouvel (Fumel, Francia, 1945) ha recibido por fin el premio Pritzker, del que siempre ha sido candidato incómodo.

En anteriores ocasiones la asignación del premio fue una excelente noticia -Paulo Mendes da Rocha-; en otras, un trampolín para acceder a los encargos que la fama todavía no le daba -Zaha Hadid-; algunos premiados completaron la alineación lógica de un dream team -Richard Rogers-; y otros se colaron en el estrellato por falta de consenso -Christian de Porzamparc-. Digamos que unos años ganan los galardonados y otros el premio mismo. En cualquier caso, este galardón considerado por algunos como el Nobel de la Arquitectura, (aunque no me queda muy claro por qué) es el veredicto anual de un jurado cambiante de arquitectos y críticos reconocidos y, sobre todo, próximos a los dueños de una multinacional hotelera sin hoteles dignos de mención arquitectónica, por cierto. En esta ocasión el jurado estuvo conformado por los arquitectos Renzo Piano, Carlos Jiménez y Shigeru Ban, así como por el propietario de Vitra Rolf Fehlbaum, entre otros.

El Pritzker rondaba sobre la cabeza calva de Jean Nouvel a pesar de no encajar con ningún estereotipo: su obra no es fácilmente reconocible ni etiquetable. Genio y figura, autor de un trabajo desigual, brillante y provocador, Nouvel ya fue considerado años antes para el premio pero, en buena medida, su carácter arrogante y soberbio nunca le ayudó. Es autor de edificios insignes de los últimos años, como el Instituto del Mundo Árabe y la Fundación Cartier -ambos en París-, la Torre Agbar de Barcelona o el futuro Museo del Louvre de Abu Dabi que se inaugurará en 2012.

En su primera gran obra famosa, un edificio conformado por una fachada a base de diafragmas fotosensibles, se activaba de acuerdo a la luz del exterior, y en la Fundación Cartier se mimetizó con el paisaje urbano desde la alineación y altura del Boulevard Raspail con transparencias y reflejos entre los planos de sus fachadas paralelas. Por su parte, la Torre Agbar se ha convertido en un hito urbano comparable a la inacabada Sagrada Familia. Las doce campanadas del fin de año barcelonés ya no se retransmiten...

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