ARQUITEXTOS / El estilo

AutorVíctor Jiménez

Pedro Joaquín Coldwell, presidente del PRI, llega a la casilla especial, se salta la cola de cientos que llevan horas ahí y, sonriente, procede a votar. Un coro lo sigue: "¡Corrupto, corrupto, corrupto!"

Enrique Peña Nieto se despide de la Ibero, el 11 de mayo, ufanándose de su violenta actuación en Atenco. Termina en el baño de mujeres. Los estudiantes rescatan un video de Díaz Ordaz donde éste se enorgullece de Tlatelolco. ¿Existe, pues, un "estilo" del PRI de gobernar? Felipe Calderón anuncia en 2006 que va a ganar "haiga sido como haiga sido" (con fraude, pero salvando las formas).

Alejandro Luna Ramos, presidente del TRIFE, anticipa que seguirá esa máxima jurídica. ¿Existe un "estilo" del PAN de gobernar?

En los casos citados las formas, groseras, permiten ver el fondo: un desprecio total por los ciudadanos. A veces no ocurre así. En la arquitectura es insuficiente ocuparse sólo de las formas. Manfredo Tafuri exigía llegar a "lo que éstas ocultan": por ejemplo, quién (y cómo) costea los edificios. Las sociedades levantan pirámides, catedrales o rascacielos porque tienen recursos para ello.

En los malos tiempos repiten viejas soluciones; en los buenos, innovan. También decaen y sólo logran una parodia del pasado. O, en ciertas épocas de auge histórico, intentan recrear la excelencia de una Edad de Oro: fue el caso de lo que desde el siglo 19 llamamos

Renacimiento, que se inspiraba en la Antigüedad a partir de vestigios dibujados por arquitectos como Brunelleschi, quien no renunciaba, por cierto, a la experiencia edificatoria del Medioevo.

La historia de la arquitectura nace de la labor de unos dilettanti dieciochescos que trataban de ser más exactos en su lectura de las ruinas, sistematizando la información acopiada. Fue esa visión de conjunto la que permitió establecer un panorama articulado de épocas y lugares, pero también introdujo la costumbre de hablar de "estilos" diferenciados, aunque ningún caso particular respondiera bien a su "estilo". Así, éste terminó por ser una forma vacía que podía aplicarse en cualquier tiempo y lugar. Un fraude, pensaba Ruskin.

El fraude electoral mexicano...

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