Argonáutica / El asombroso Covarrubias

AutorJordi Soler

Miguel Covarrubias, ese polifacético artista mexicano que fue el rey de Nueva York en los años 20 y 30, se pasaba las noches en los tugurios de Harlem, oyendo Jazz y sacándole la sopa a los negros -la sopa de cómo hablaban y se vestían y la de con qué droga o bebida alcanzaban ese ritmo que revolucionaba la música.

De aquellas noches salió una serie fantástica de dibujos titulada Negro Drawings, que fue completándose con sus incursiones a los bares de jazz del Greenwich Village, donde en realidad vivía y tenía su estudio, y donde creó decenas de portadas hermosísimas para las revistas Vanity Fair y Vogue: verdaderas obras maestras del género.

Covarrubias, mejor conocido como "El Chamaco", había ido a buscarse la vida a Nueva York y muy pronto la encontró con la publicación del libro The Prince of Wales and other famous americans (1920), del que la crítica dijo: "Algunos de estos dibujos son buenos, los demás son extraordinarios".

Gracias a su exaltada sociabilidad, Miguel Covarrubias se fue convirtiendo en el centro de un grupo (que históricamente lleva el nombre de The Covarrubias Circle), donde convivían D.H. Lawrence, Diego Rivera, Orson Wells, Nickolas Muray, John Huston, Dolores del Río, Tina Modotti y Georgia O´Keefe, por citar a algunos de los contertulios que se sentían atraídos por su personalidad magnética.

Como bien saben ustedes, Covarrubias, además de asistir a juergas y de dibujar portadas, también pintaba murales y escribía ensayos históricos y etnográficos, y era antropólogo y arqueólogo; es decir, un hombre inaprensible que debiera ser, cómo mínimo, héroe nacional.

En una de sus escapadas al mundo, Covarrubias llegó a la isla de Bali, acompañado por su bella mujer Rosa Rolando, una célebre bailarina de la época que dejó los escenarios por seguir a ese mexicano desbordado, que no paraba ni siquiera por la diabetes que lo carcomía y que lo mandaría al más allá, desde una cama rodeada de flores y de amigos, apenas rebasados los...

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