ARGONÁUTICA / El telefonito

AutorJordi Soler

Se dice de alguien que es "un juguete roto" cuando ha perdido fuelle, o aptitudes, o talento o carisma; cuando ha dejado de ser lo que era y, a consecuencia de esto, ha caído algunos niveles en la estima de quienes lo rodean. El símil es muy cruel, es un insulto profundo decirle a alguien "ya no hay quién te quiera, porque te has roto y ya no es posible, jugar contigo". Decir "eres un juguete roto" puede ser un agravio oscuro para una persona, pero también para el propio juguete, para un soldado de plomo sin pierna, o para un tren con la cuerda cascada, por poner dos ejemplos de cuento infantil. Hace unos días hicimos en casa una limpia de juguetes rotos, y como nadie tuvo corazón para tirarlos a la basura, fueron a parar a una bolsa que, a su vez, fue a parar a una esquina de mi habitación. Los juguetes estaban rotos, como he dicho, pero a media noche me despertó un tic-tic-tic continuo que inmediatamente achaqué a una llave goteante en el baño; veinte minutos más tarde, cansado del tic-tic-tic que no me dejaba dormir, me incorporé en la cama y noté que de la bolsa que estaba en la esquina, brotaba un resplandor rojo que me hizo pensar, en el acto, que ese tic-tic-tic eran los últimos estertores del un juguete roto.

Como era de madrugada y no eran horas de ponerse a espulgar la bolsa, opté por la solución más cómoda de aplicar una patada al resplandor rojo que iluminaba la habitación, e inmediatamente cedió junto al molesto tic-tic-tic; una solución violenta, lo sé, pero que apliqué pensando, a manera de consuelo, que hay quién soluciona así un asunto con su perro o, con todo respeto, con su señora.

Lo que suele pasar con estas soluciones es que alivian temporalmente el problema y, a la madrugada siguiente, el juguete roto volvió a activarse dentro de la bolsa, igual que un perro, después del remedio incompleto y cerril de la patada...

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