ARGONÁUTICA / Entre alambradas

AutorJordi Soler

Antes de llegar exiliado a México, Eulalio Ferrer fue prisionero, igual que decenas de miles de republicanos españoles, en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer, al sur de Francia. En 1939, al final de la Guerra Civil, el gobierno francés no encontró mejor manera de recibir al medio millón de españoles que pedían asilo, que encerrarlos en una gran superficie de terreno, separada del mundo exterior por una alambrada. Los republicanos no podían volver a España porque el general Franco iba a encerrarlos de por vida en una cárcel o a fusilarlos, según el grado militar que hubieran tenido durante la guerra. En aquellos campos de concentración, además de sobrevivir, no había nada que hacer; Argelés-sur-mer, el más grande y emblemático de todos, era una larga playa donde vivían cien mil prisioneros prácticamente a la intemperie, en una zona del Mediterráneo donde durante el invierno la temperatura puede bajar a -15 grados. "El reloj es un lujo incómodo en un campo de concentración", apuntó Eulalio Ferrer en el diario que llevó durante su estancia en Argelès-sur-Mer, y después en Barcarés y en Saint-Cyprien, los otros dos campos por donde pasó antes de embarcarse a México, el país donde se exilió y pasó el resto de su vida. La incomodidad que le producía el reloj se debía a que despertaba la ambición de los maleantes del campo pero, sobre todo, porque lo hacía más consciente del correr, lentísimo, del tiempo. El diario de Eulalio Ferrer, que se publicó hace dos décadas con el título Entre alambradas, es uno de los testimonios más hermosos que se han escrito sobre ese episodio parcialmente olvidado de la historia de Francia y de España; si es que "hermoso" es un término aceptable para el registro de la vida infame que llevaban los prisioneros españoles. Mi abuelo fue también prisionero en Argelés-sur-mer, coincidió con Ferrer y con otros 100 mil colegas de guerra y yo, buscando pistas para una novela que escribí hace cinco años, estuve varias veces ahí, en esa playa que fue campo de concentración, buscando pistas literarias pero también históricas, porque algo se rompió ahí, la solidaridad y los derechos elementales de las personas, y desde entonces Europa no ha vuelto a ser la misma. En un invierno tan crudo como aquel de 1939 recorrí con mi hijo, que entonces era muy pequeño, buena parte de lo que fue el campo y, cuando estábamos...

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