Arde Colombia

AutorSantiago Gamboa

Las calles de Colombia hablan de un modo elocuente, al ritmo de cacerolas y de la música que envuelve el espíritu de este país. Ya se cumplió una semana de manifestaciones y los personajes de la obra están muy bien definidos, cada uno en su lugar: los estudiantes, los manifestantes de diversos pelajes, la sociedad civil en general, los encapuchados violentos (llamados aquí capuchos), el ESMAD (Escuadrón Móvil Anti Disturbios), la Policía y el Ejército, el Presidente Duque (llamado subpresidente) y la Oposición (sobre todo el líder de izquierda Gustavo Petro).

El escenario de la obra son las calles y plazas de las ciudades de Colombia. ¿Argumento? El descontento por las escuálidas medidas del Gobierno a favor de la educación pública, los salarios para los jóvenes, las pensiones; por las mentiras del Gobierno sobre un bombardeo reciente del Ejército a un campo de las disidencias de las FARC en el que murieron 8 menores de edad (una niña de 12 años). Descontento al ver al Gobierno descoser, lentamente, el laborioso tejido de los Acuerdos de Paz con las FARC; descontento por el asesinato de más de 300 líderes sociales y de 100 ex guerrilleros desmovilizados; descontento por el asesinato de líderes indígenas en la región del Cauca, abandonados a su suerte por el Gobierno y que hoy están siendo diezmados por las mafias del narcotráfico.

El libreto fue parecido al de Chile: el 21 de noviembre se empezó con un paro nacional bastante apoteósico, luego hubo disturbios y enseguida represión de esos disturbios, y al final, como suele suceder, se enfocó en primer plano a los encapuchados. "¡Son unos vándalos!", gritó el Gobierno. Pero siguieron las marchas y los cacerolazos. Los manifestantes dijeron que su protesta era pacífica y esgrimieron carteles de "no violencia", pero el tira y afloja continuó. Los videos captados por los celulares inundaron las redes sociales con imágenes de policías golpeando a jóvenes, o de policías intentando detener en vano a grupos de vándalos, o de capuchos agarrando a policías, bajándolos de las motos a la fuerza y dándoles una paliza. Hay más de 300 policías heridos. Las estaciones de TransMilenio, el bus de vía preferencial, sufrieron las consecuencias. Hubo vidrios rotos, estaciones destruidas. Se dio la alarma de que encapuchados estaban entrando a conjuntos residenciales en Cali y Bogotá. Algunos vecinos, asustados, se organizaron con palos, y otros, los que tenían, con armas de fuego. Los comercios cerraron sus...

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