Aquella Perla... / Los oficios perdidos I

AutorAlberto Gómez Barbosa

Los cambios son, muchas veces paulatinos y sin que reparemos en ello, las cosas, los usos y costumbres varían o desaparecen.

Pensemos en los oficios, aquellos a los que estábamos acostumbrados y que se han perdido o están en vías de hacerlo.

Un buen ejemplo, para empezar, es el de telegrafista.

Nuestros padres hacían uso de ese medio constantemente, para felicitar a parientes en los días de su santo, para informar de enfermedades o decesos y en los negocios los telegramas eran recordatorios prontos y eficientes para hacer, por ejemplo, pedidos y cobros.

Diez palabras eran transmitidas por tres pesos y todo mundo se ingeniaba, al llenar la hojita media carta de color amarillo con formato básico ya impreso, para no pasar el límite. Luego, el telegrama era turnado al telegrafista que al son del tic, tic, del código Morse lo enviaba a su destino.

Tenían una enorme habilidad aquellos señores que usaban, generalmente, mangas de tela negra para proteger los puños de sus camisas; podían estar ocupados, aun charlando con alguna persona, pero inconscientemente seguían el tic, tic de las transmisiones que llegaban a su oficina y atendían de inmediato las cosas urgentes, pues descifraban el código aún estando atentos a otra situación.

El oficio, tan especializado, se ha perdido. Primero el fax y luego los correos electrónicos dejaron atrás al telégrafo del que sólo ha quedado el recuerdo.

Algo similar está sucediendo con los carteros y el correo pues cada día se envían más cartas o mensajes por correo electrónico y de los paquetes se hacen cargo las mensajerías.

En la época porfiriana, el correo de México fue reconocido mundialmente con medalla de oro por su eficiencia. Se hacía reparto de correspondencia y de mercancías por todo el País, haciendo llegar hasta las sierras y rancherías más alejadas aquel básico servicio social. Y era muy seguro hacer envíos por correo, se mandaba dinero a través de los giros postales que fueron...

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