Aquella Perla... / Cuaresma y Viernes de Dolores

AutorAlberto Gómez Barbosa

In illo témpore. En esta Perla, tanto la Cuaresma como los días santos tenían significación de gran importancia, lo que obligaba a los tapatíos de entonces a seguir costumbres y ritos respetados por mucho tiempo.

Todo iniciaba con la "toma" de ceniza el miércoles que iniciaba la Cuaresma. Hombres y mujeres, jóvenes y viejos, lucíamos en la frente, durante todo el día, el puñito de ceniza dejado por el sacerdote recordándonos la fragilidad humana. Algunas piadosas viejecitas ponían cebito en su frente para mayor permanencia del signo y en algunas iglesias, como la de El Carmen, el padre de Aguinaga tenía un sello de corcho con bien trazada cruz que la dejaba bien dibujada.

Desde ese día, Miércoles de Ceniza, iniciaba la etapa de recogimiento y de reflexión. Muchos devotos decidían realizar sacrificios durante el tiempo cuaresmal, como no ingerir bebidas alcohólicas, privarse de dulces y postres, dejar de fumar y cosas así. Quién sabe a qué punto serían cumplidos los edificantes propósitos.

Los viernes eran de ayuno y abstinencia. Los niños no estaban obligados a ayunar, sólo los mayores; en aquella Guadalajara el comercio y la industria detenían actividades para la comida y siesta de 2 a 4 de la tarde, así que los ayunantes llegaban a casa con el hambre que les provocaba la escaza "parvedad" que habían ingerido por la mañana.

Los esperaba comida memorable. De entrada, sopa de habas, lentejas o garbanzo, luego un arroz con chícharos, gratinado, y después chiles rellenos o pescado blanco o uno de los variadísimos guisados del recetario tapatío, para cerrar con capirotada de miel de panocha o de la blanca de picón, crema pastelera, ciruelas pasa y piñones, o un postre que aún saborea mi memoria consistente en bolitas de arroz blanco, capeadas, con...

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