Aquel día en que cayó Saigón

AutorFernando Múgica

El calor, la humedad y, sobre todo, el miedo nos impedía dormir. Y eso que no sabíamos que 24 mil cañones rodeaban la ciudad y que los mandos del Norte estaban decididos a destruir Saigón y a dar al mundo una lección histórica.

Apenas podíamos contar con información fiable. El aeropuerto estaba cerrado y por carretera sólo conseguíamos movernos, entre millones de refugiados, por la ruta que llevaba hasta Vung Tao.

Las emisoras de radio internacionales emitían boletines apocalípticos. En la Embajada estadounidense una funcionaria nos había reunido para hablar del gran secreto que todos conocían: la evacuación final. "No habrá más que una oportunidad. En la radio de las fuerzas estadounidenses (¿se acuerdan de Good Morning Vietnam?) escucharán la canción Blanca Navidad y el locutor dirá 'hay una temperatura muy elevada y el termómetro sigue subiendo. No se lo piensen. En ese mismo momento dejen todo y vayan, sin equipaje, al punto de encuentro prefijado". La verdad es que no sonó la canción Blanca Navidad. O al menos no la escuchamos. El boca a boca dio en la madrugada siguiente la señal de partida.

Los periodistas españoles que permanecíamos en Vietnam nos esforzábamos en permanecer unidos y en calma.

No siempre era sencillo. Como cuando nos enteramos, de regreso de Vung Tao, que después de que pasamos nosotros mataron al fotógrafo Michel Laurent, un joven Premio Pulitzer. Fue el último de 135 reporteros gráficos que pagaron con su vida el privilegio de ser testigos de aquella guerra.

O cuando en la azotea del hotel pedíamos más hielo para el whisky mientras los misiles soviéticos SAM-3 pasaban sobre nosotros para reventar barrios que ardían sin misericordia.

O cuando recorríamos de noche, en pleno toque de queda, el camino hasta la oficina del telex para que una vietnamita tecleara cada una de las letras sin saber lo que...

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